En el interior de las selvas costarricenses, un paraíso de biodiversidad y ejemplo de gestión ambiental, se oculta también una gruta que es sinónimo de peligro y muerte. No en vano, su nombre, Cueva de la Muerte, a unos 80 kilómetros al norte de la capital, San José, ya presagia todo tipo de malos augurios.

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