Los incendios forestales son la gran plaga de los montes. Durante milenios la historia evolutiva de los pinos de la cuenca mediterránea ha ido de la mano a la del fuego que los ha calcinado. Los expertos apuntan que pasan décadas para que las masas forestales se recuperen, siempre y cuando no se pierda la capa vegetal y se desertice el espacio que ahora ocupaban los bosques. Ante este panorama, el pino carrasco (uno de las más comunes en los montes mediterráneos) tiene un as bajo la manga.
Este pino, el Pinus halepensis, a diferencia de otras especies de pinos que también conviven en la Península ibérica ha sabido adaptarse al fuego para aprovecharse de él hasta tal punto de convertirse ahora en una de las grandes esperanzas para la recuperación forestal de las grandes áreas quemadas. Este tipo de pino, que puede llegar a medir 20 metros y crece sin problemas en zonas con poca lluvia, ha desarrollado una particular adaptación para ‘sobrevivir’ al fuego.
Normalmente, cuando un bosque se quema, los pinos se calcinan por completo. El fuego no perdona y calcina hasta convertir en ceniza cualquier resto de madera que encuentre. Salvo las raíces protegidas bajo tierra, el tronco, la copa y las piñas de los pinos arden pasto de las llamas. En el caso del pino carrasco no. Al menos no todo. Durante su vida, el pino produce tres tipo de piñas: las verdes, las maduras y las serótinas.
Pinas serótinas: un búnker contra las llamas
Estas piñas serótinas se convierten en arcas que garantizan la supervivencia de las semillas del pino frente a situaciones extremas como sequías y también contra el fuego. A diferencia de las piñas verdes o maduras, las serótinas son el fruto de a evolución. Los pinos carrascos han encontrado la forma de aprovechar el fuego para sobrevivir y aprovecharse de él.
Estas piñas son de color gris y, en realidad, son las piñas maduras de la temporada anterior que nunca se abrieron. Al no eclosionar, la piña siguió en la copa hasta convertirse en serótinas. Son piñas cerradas y están recubiertas de una coraza que protege a los piñones de cualquier agresión externa.
Cuando se produce un incendio forestal y el pino carrasco arde, sus piñas serótinas no lo hacen. Su particular condición les permite aguantar al fuego durante cierto tiempo y los piñones (semillas) permanecen a salvo de las llamas. Tras el incendio, las piñas se abren y los piñones caen al suelo para aprovecharse de la ceniza que lo cubre.
Con esta adaptación, el pino carrasco se convierte en el mejor adaptado a los incendios. Aunque arde como el resto, su descendencia puede echar raíces prácticamente de forma inmediata al incendio aprovechándose del sustrato vegetal y de la ausencia de competencia.
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