A Yassine Ouhdadi (Marruecos, 1994) no le han regalado nada. Afectado por cataratas desde su nacimiento, tiene ceguera total en el ojo izquierdo, mientras que en el derecho tiene un resto visual de un 14%. Una discapacidad que podría haberle alejado de ser una estrella del deporte y dificultarse en su día a día, pero que la acabó conviertiendo en una oportunidad para lograr ser una referencia en el mundo paralímpico.
Nacido en Ouarzazate, Ouhdadi vivió sus primeros años pegado a un balón de fútbol. Su sueño, como el de muchos otros, era ser futbolista. También al emigrar a Tarragona con con sus padres y hermanos en busca de una vida mejor cuanto tan solo tenía seis años. Posiblemente, en aquella época no se podría imaginar que iba a ser doble campeón paralímpico en atletismo.
Y es que la pasión del corredor español por el tartán tardó en llegar. Sus problemas de visión le empujaron a dejar el balón y encontró en el atletismo la mejor herramienta para su integración sociocultural. Con 18 años una amiga le insistió en probar en esta disciplina. Fue la mejor decisión de su vida. Ahora es toda una estrella.
En 2019 se afilió a la ONCE porque le hablaron de la posibilidad de competir con la selección española y no dudó en dar el salto a la pista. En pocos meses irrumpió de forma colosal y con un subcampeonato del mundo en Dubái que le hizo darse cuenta de su enorme potencial.
Desde entonces no ha parado de cosechar éxitos: dos medallas en el Europeo de 2021 (plata en 5.000 y bronce en 1.500m), oro en los Juegos Paralímpicos de Tokio en 5.000 y dos metales más el pasado verano en los Mundiales de París (oro en 5.000 y plata en 1.500m).
El golpe definitivo
Ouhdadi quería más, tiene un hambre insaciable, y se presentó a los Juegos Paralímpicos de París 2024 con la intención de seguir agrandando su historia. Y lo logró con creces. A las primeras de cambio, en la prueba de 5.000 metros dio una clase magistral y logró el oro arrasando a sus rivales.
Realizó una carrera impecable. Siempre en las primeras posiciones haciéndose nota y dando el hachazo en el momento más delicado. Faltaban 400 metros y las fuerzas comenzaban a flaquera. Todas menos las del atleta hispano-marroquí.