Canadá es una nación joven en constante evolución que se está forjando a dos velocidades: por un lado, como se advierte en Toronto, su principal ciudad, es un laboratorio multicultural y, por otro lado, en Quebec emerge una identidad neofrancesa que se manifiesta en el predominante uso del idioma de Molière. Es un país que intenta resistir a la presión del vecino del sur, Estados Unidos, del McMundo, acoger a los migrantes como nacionales y reconciliarse con los llamados pueblos primigenios. Son los descendientes de quienes llegaron por el Estrecho de Bering desde Asia.
Para realizar una inmersión en la historia nada mejor que el Museo de Historia de Canadá, situado en Gatineau, al otro lado del río Ottawa que atraviesa esta ciudad. Llama la atención el respeto a los pueblos primigenios y el interés por bucear en el pasado con respeto a todas las visiones. Allí tiene su sitio el discurso del general De Gaulle en el que clama por un Quebec libre. ¿Se imaginan algo así en España? Allí se evoca el impacto de la Gran Depresión, las huellas del paso de los balleneros vascos o el debate sobre la bandera nacional.
El país ahora conocido como Canadá fue descubierto por un explorador veneciano llamado Juan Sebastián Cabot en 1497 que trabajaba al servicio de Enrique VII. Luego llegaron pescadores españoles (la huella vasca aún está presente en Chateau Bay pero data del XVI), portugueses, ingleses y franceses que sabían por Cabot de la abundancia de bacalao en Terranova.
No sería hasta 1534 cuando Jacques Cartier, navegante francés a las órdenes de Francisco, llegara al golfo del río Saint-Laurent. De esa época data el nombre de Canadá que proviene de kanata («aldea», en hurón y algonquino). El primer asentamiento europeo en Canadá lo estableció Samuel de Champlain en lo que hoy conocemos como la ciudad de Quebec. Los franceses también fundaron lo que llamaron Acadia, en la actualidad Nueva Escocia.
Los británicos, según narran Diane Lemieuz y Juliana Tzvetkova en su ensayo sobre historia y cultura de Canadá, crearon la Hudson’s Bay Company. Radisson y des Groseilliers vieron el potencial del comercio de pieles en el interior del país y buscaron financiación en empresarios franceses, pero no tuvieron éxito. Los competidores británicos sí aceptaron. Así nació una de ls corporaciones internacionales más antiguas del mundo.
Años más tarde, tras la Guerra de Independencia en EEUU, los colonos leales a la Corona británica buscaron refugio en Canadá, primero en Nueva Escocia, y luego ampliaron a Nuevo Brunswick. La tensión con las Trece Colonias del sur fue in crescendo hasta desembocar en una guerra de dos años. La contienda se salda finalmente al fijarse la frontera en el paralelo 49 en 1818. Cuarenta y nueve años más tarde se firma la Constitution Act que establece que Canadá comprende Ontario, Quebec, Nueva Escocia y Nuevo Brunswick. Respeta los acuerdos con Quebec para que conserve el uso del francés, la práctica del catolicismo y el Código Civil francés.
Hasta aquí vemos que Canadá recoge la tradición de los pueblos amerindios o pueblos primigenios, con la herencia colonial francesa y británica, en menor medida de otras naciones, en esta primera fase. Será en el siglo XX cuando se convierta en una nación de pueblos diversos, un laboratorio multicultural. En los primeros años del siglo XX llegaron inmigrantes rusos y de naciones del Este de Europa, lo que incrementa su población, sobre todo en el oeste del país. Participa en la Primera Guerra Mundial del lado de los británicos. Y será en 1931 cuando se reconoce su independencia como nación soberana dentro de la Commonwealth.
Ottawa, capital por decisión real
En Ottawa (Odawa, del comercio en alonquino), justo en la frontera entre Quebec y Ontario, se ubica el Parlamento federal. Su localización fue un factor decisivo para que la reina Victoria en 1857 decidiera establecer allí la capital.
También influyó su distancia con la frontera de EEUU. Eran tiempos conflictivos con los vecinos del sur. De hecho, la ciudad surge a raíz del encargo al teniente coronel John By de construir el Canal Rideau para transportar armas y material sin usar el Saint-Laurent. Como asentamiento se llamó Bytown.
Es la cuarta ciudad del país en número de habitantes, algo más de un millón, y como otras urbes canadienses su vida gira en torno al agua, en este caso el río Ottawa. No es un distrito federal como México DF o Washington. Entre el centro financiero y el río Ottawa se sitúa el Parlament Hill, una serie de edificios de estilo neogótico donde están los edificios gubernamentales.
El Parlamento, al igual que el de Quebec, puede visitarse sin aviso previo. Aunque la sala de sesiones actual es provisional, debido a las obras en el edificio principal, tiene el sello de la patria madre. Es similar al House of Commons británico. En el exterior la zona también parece una franquicia de Westminster.
El guía muestra orgulloso cada sala, en inglés, aunque asegura que toda la Administración está preparada en los dos idiomas. Evita un cartel en una sala de comisiones parlamentarias donde se da cuenta de lo que hay que hacer en caso de ataque terrorista. Sí se regodea en los retratos de los primeros ministros. Allí figura Pierre Trudeau, padre del actual jefe del Gobierno, Justin Trudeau, y la primera mujer en el cargo, Kim Campbell, en 1993. Este pasado 18 de julio la teniente general Jennie Carignan se ha convertido en la primera mujer que asume el cargo de jefa del Estado Mayor de la Defensa de Canadá.
Toronto, la ciudad de las mil culturas
Cuando uno pasea por el waterfront de Toronto, la capital de Ontario, se siente como en otro mundo. Es un mundo en el que no hay un dominio de una raza o una cultura sobre otras. La diversidad se aprecia especialmente en esos momentos de ocio en los que se recrean mayores, jóvenes y niños en torno al lago Ontario, con la icónica Torre CN enfrente.
Ves pasar a familias de hindúes, con su saris ellas y sus turbantes ellos, chicos y chicas de origen asiático, latinos con acento mexicano, argentino, colombiano, paquistaníes, indios,… Muchos organizan su merienda en las zonas verdes, junto a las aguas del Ontario. Así huele a tikka masala, a quesadillas, y a asado…
En la región de Toronto hay más de 250 etnias y se hablan 180 dialectos diferentes. Los chinos son una de las poblaciones más numerosas de la ciudad, con más de 300.000 residentes, lo que representa10% de la población inmigrante de Toronto. El 49% de la población de Toronto ha nacido fuera de Canadá. La alcaldesa de Toronto es Olivia Chow, que representa ese espíritu. Nació en Hong Kong y llegó a vivir a Toronto a los 13 años.
También hay restaurantes cercanos como el argentino Vos, donde nos atiende una joven nicaragüense que está estudiando en Toronto con una beca. Hay entraña, ojo de bife, solomillo con chimichurri y panqueques. Su jefa es argentina y las dos se muestran encantadas de vivir en una urbe con vocación global.
En el Royal Museum de Ontario coincidimos en la cola con Mauricio, un mexicano que vivió dos años en Toronto, acompañando a su esposa, con una beca como investigadora. «Me sentí a gusto aquí. No me sentí extraño», cuenta Mauricio. Comparte ahora sus buenos recuerdos y su conocimiento de la ciudad con su sobrina a quien ha recomendado especialmente este museo donde los restos de dinosaurios o de anfibios de nombres impronunciables se combinan con muestras de la vida de los pueblos amerindios. Tiene ese aire de museo decadente de inspiración británica.
Toronto es un microcosmos que refleja esa aspiración canadiense integradora y multicultural. En la ciudad el experimento funciona, pero en Canadá la Pequeña Francia se ve amenazada por la presión anglosajona. Quieren fortificarse frente al McMundo. Quizá la alternativa sea ese crisol de culturas que se ve en el paseo junto al lago Ontario.