El primer caso de virus del Nilo Occidental se detectó en España en 2010, en Cádiz. Pero ha sido a partir de 2020 cuando esta enfermedad emergente ha ido dejando, verano tras verano, un goteo incesante de casos, buena parte de ellos mortales. 

Este año ya hay 65 casos confirmados, 53 en Andalucía, la región que más afectada, desde el primer momento, por este virus que transmiten mosquitos comunes tras picar a aves migratorias contagiadas.

Además, se han producido cinco muertes. La previsión es que este sea uno de los peores años del virus: se presentó un mes antes de lo habitual, por lo que las cifras al final de la temporada pueden marcar récords.

Jorge del Diego es el director general de Salud Pública y Ordenación Farmacéutica de la Junta de Andalucía y coordina los esfuerzos para contener el virus. Explica que, al dar la cara solo el 1% de los casos, habrá unos 5.000 en total al aplicar una «estadística pura».

Y es que las lluvias de abril no lo han puesto fácil, y los mosquitos (principalmente, los del género Culex) están más extendidos de la cuenta.

Pero Del Diego apunta también hacia otro lado. Si estamos viendo más casos es porque ahora se vigila más. Antes, muchas muertes por meningitis víricas (los casos graves del virus desembocan en problemas neurológicos potencialmente mortales) quedaban sin determinar su origen. Ahora, les hemos puesto nombre.

El año 2020 pareció marcar un antes y un después en el virus del Nilo en Andalucía y España. ¿Qué ocurrió para que, desde entonces, no haya dejado de haber casos?

No es 2020 lo que marca porque, como todo en salud pública, se va generando [el problema] hasta que llega un momento en el que explota. En Andalucía, por ejemplo, tenemos referencia de casos desde el año 2010. Esto significa que hace, como mínimo, 15 años que tenemos casos humanos, y desde ese 2010 hasta 2020 solamente se procedió a una vigilancia pasiva, en équidos.

Eso parece que no derivó en unas políticas de prevención y control del vector, que es lo que hubiera ayudado, en este caso, a que en 2020 no ocurriera lo que ocurrió. Al final, se va acumulando circulación, se va ampliando el radio de acción de este vector, se amplía la circulación del virus y eso hace que en 2020 estallen de repente los casos.

¿Por qué Andalucía es la región más afectada?

Nosotros tenemos el vector, igual que otras comunidades como Cataluña o la Comunidad Valenciana. Además, tenemos unas condiciones geográficas, no solamente por las numerosas hectáreas de arrozales sino también por la temperatura y por ser zona de paso de migración de aves, que son las que se van infectando y el mosquito que las pica va incorporando el virus, pudiendo picar luego a un humano. Todo eso, lógicamente, permite que [el virus del Nilo] se establezca.

Además, este mosquito, del género Culex, tiene una buena plasticidad biológica: entró en 1999 en EEUU y a los pocos años la fiebre del Nilo se hizo endémica. También sabemos que países como Grecia e Italia tienen todos los años muchos casos. El mosquito está implantado en muchos sitios.

Ha habido ya cinco fallecimientos este año, tres el año pasado. ¿Se está volviendo más grave este problema?

Llevamos 53 casos confirmados. En el 2020, confirmados hubo 44, más 33 que eran probables. En ese momento hubo más fallecimientos (ocho). 

Si sabemos que en torno al 1% de los casos da la cara, llegaríamos a unos 5 o 6.000 casos este año de fiebre del Nilo, si hacemos una estadística pura, de punto gordo.

Eso significa que tenemos cinco fallecimientos en 6.000 casos. Cada fallecimiento es una pena y lo sentimos enormemente pero, por desgracia, no son nuevos. No significa que esta enfermedad se está volviendo más agresiva: simplemente, desde 2020 se ha montado un sistema y una red de vigilancia muy potente, donde antes muchas meningitis víricas con resultado de fallecimiento se quedaban sin afiliar, es decir, sin saber qué patógeno era el responsable, ahora sí que somos capaces de saberlo. 

Un sistema de vigilancia tan sensible nos permite recuperar muchos más casos, y así parece que el problema es más grande de lo que podía ser cuando no le poníamos nombre: ahora le tenemos miedo porque tememos a una cosa concreta. 

Por tanto, estamos en el mejor momento para abordar y tratar de controlar esta enfermedad, con un sistema de vigilancia mucho mejor, capaz de recuperar los casos con sintomatología que antes quedaban en diagnósticos sin conclusión, sin nombre ni apellido.

¿Cómo se combate o se controla esta enfermedad?

En 2020, Andalucía lanzó el primer programa nacional de control de fiebre del Nilo, de obligado cumplimiento para los ayuntamientos. Sabemos que hay mucha polémica con las competencias. Cada administración tiene que dedicarse al 100% en lo que le corresponde, lógicamente. Hay sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y del Tribunal Supremo que avalan lo que nosotros decimos.

Es esencial conocer cómo es tu terreno. Es importante tener bien claro cómo son las temperaturas y cómo van variando porque, si un invierno es más suave de la cuenta, sabes que más hembras van a sobrevivir. Y eso hace que haya más puestas de huevos.

Hay que controlar también las lluvias y la cantidad de agua embalsada, y conocer las 23.000 hectáreas de arrozal. Tenemos que conocer muy bien cómo hacen su migración las aves porque eso nos permite saber cómo los mosquitos se van contagiando y se van distribuyendo, y año a año hemos visto que siempre empiezan en un sitio y van yendo hacia el norte. 

Ahora, lógicamente, hay que tratar de controlar el vector, desde el origen (es decir, la larva), intentando que toda esa agua embalsada esté controlada, vigilada, que todo se conozca (para ser tratado con larvicidas de la mejor forma posible) y también a dónde van los adultos. 

Se trata de tener identificados todos los puntos, y eso es un trabajo arduo: tenemos que pensar en todo el espacio que hay donde se pueden poner las larvas y ocultar los adultos, y hacer los tratamientos que puedan bajar la densidad de mosquitos para así evitar los casos humanos. 

Hay expertos que critican que se ha actuado demasiado tarde. 

¿Te refieres a esta temporada? La primera reunión que tuvimos con los ayuntamientos para advertirles de que este año podía ser una temporada más complicada fue el 14 de marzo. 

Cuando vimos las lluvias y el calor de abril, más la decisión de la Conferencia Hidrográfica de permitir el llenado de los arrozales, rápidamente convocamos reunión para trabajar conjuntamente con la Consejería de Agricultura a finales de mayo, con los ayuntamientos que más casos tienen (La Puebla del Río, Coria, Dos Hermanas, etc.) y la Diputación para darles apoyo.

Nosotros venimos reclamando desde hace muchos meses esa actuación. Ten en cuenta que, desde el 10 de junio, en que mantuvimos nuestra primera reunión, no hubo una formalización del contrato por parte de la Diputación y, por tanto, las empresas no pudieron trabajar hasta el 23 de julio. Ahí hubo un mes y medio de decalaje.

También es cierto que es este año pasó algo que no habíamos visto antes: detectamos circulación viral entre cuatro y cinco semanas antes de lo que era tradicional. En el brote de 2020, los casos empezaron a estas alturas del año. Nosotros venimos con casos desde junio.

Lo que no quiero es que esto se interprete como echar porquería entre administraciones, porque es todo lo contrario: Salud Pública tiene que trabajar de cara a la población y los trapos sucios se lavan en casa.

¿La tendencia es que sigan aumentando los casos y las muertes en los próximos años?

Lo normal, con el cambio climático, es que, poco a poco, vaya aumentando, pero ahora mismo somos mucho más capaces de conocer, a través de trampas, vigilancia pasiva, etc. lo que está pasando, para anticipar la temporada siguiente y actuar antes, colaborando con todas las administraciones. 

La Diputación de Huelva trabaja prácticamente todo el año en este ámbito. Nosotros, cada año, aumentamos la vigilancia: ahora la hacemos del 15 de mayo al 15 de noviembre. Si es necesario, se aumentará. Seguiremos trabajando con la administración que corresponda para que las densidades de mosquitos sean las menores posibles, y, por tanto, se originen los menos casos posibles.

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