A una semana de cerrarse el mercado de fichajes, y ante los rumores crecientes sobre una posible salida, Borja Sánchez mantuvo tres reuniones con diferentes cargos del club y del equipo. Tres. Y en ninguna de ellas se le indicó que debía salir del Oviedo. “Lo vas a tener complicado para jugar”, fue lo más parecido a enseñarle la puerta de salida. Esa situación no era nueva para Borja, acostumbrado siempre a remar a contracorriente.
Uno de los sambenitos que se la colgado en los últimos años es que no logra encajar con entrenadores de los más diversos perfiles. Que siempre le falta algo. Y es justo lo contrario: a todos les acaba convenciendo de que es imprescindible. Lo entendió pronto Ziganda que de dosificarlo pasó a considerarlo piedra angular de su proyecto. Le pasó a Cervera, de sensibilidad futbolística opuesta a lo que ofrece, que un día decidió ponerlo en Leganés y dio paso a la mejor racha del cántabro en el banquillo azul: 7 victorias en 9 partidos con Borja en el verde. Le sucedió a Carrión, que lo tenía como un recurso más que secundario hasta que le dio entrada en Huesca. Y rozó el ascenso aquel equipo que tenía a Borja -sano- como el elemento indiscutible en la banda zurda.
Otros artículos de Nacho Azparren
¿Por qué no va a suceder lo mismo con Calleja?, debió de pensar el canterano que, aunque algo se olía tras los dos primeros partidos, a comienzos de esta semana estaba decidido a quedarse y pelear por el puesto. Como siempre.
Pero entre medias llegó otra conversación con lo dirigentes que, ahora sí, le señalaron la puerta de salida como lo más conveniente para todos. Y una convocatoria que incluía a dos jugadores lesionados y le excluía a él. A tres días del cierre del mercado. A un futbolista con 155 partidos en el Oviedo. A un chico de la casa que nunca había dado ningún problema. A una chaval al que el año pasado le habían dicho que lo mejor era irse a México y aceptó sin rechistar (con un contrato generoso, claro). Que luego le pidieron volver y lo hizo (renunciando a parte de aquel contrato generoso, claro). Que antes de la llegada de Pachuca, alguien le pidió dejar Madrid para regresar a Oviedo, jugaría en el filial pero, tranquilo, haría día a día con el primer equipo. Se comió un año en Tercera sin oler el vestuario de los mayores.
El debate futbolístico con Borja es normal, la decisión puede ser entendible si al entrenador le va otro tipo de futbolista (yo tengo la convicción de que hubiera acabado contando…) y puede que hasta al chico le venga bien un cambio de aires para mostrar su talento. Lo que no parece que acepte el debate son las formas con las que el Oviedo ha invitado a salir a uno de los suyos.
Publicaba el Oviedo a comienzo de pretemporada que el proyecto era una “familia” en un emotivo video en el que todos, cuerpo técnico, jugadores, patrocinadores y personal diverso, encaraban la temporada con buenos augurios. Están bien esas iniciativas para avivar el fuego de la afición y cumplir con los objetivos en redes. Pero las buenas intenciones se demuestran con hechos. Y Borja no es precisamente un primo lejano de esa familia.