Las victorias antes de un parón de selecciones tienen un efecto terapéutico y duradero. La satisfacción se alarga. Los jugadores que se van con las selecciones y los que se quedan en sus equipos parecen iniciar un periodo relajado, casi de vacaciones, en algunos casos efectivas, con días libres. Las derrotas, por el contrario, incrustan la frustración y el desasosiego y la espera para la reanudación se convierte en eterna.

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