Antes o después, los sueños se acaban. Por más cómodo que uno esté, por más que lo desee, siempre suena una sirena, un camión de la basura, un motor de aspiradora , un taladro madrugador… Y lo que parecía eterno en la duermevela, en la emoción, en la pretemporada, en el debut de la competición, se acaba de modo súbito, como un golpe en el meñique contra la mesilla que no recordabas que seguía ahí. El Hércules ha tomado conciencia de la Primera RFEF, del calado real de su salto de categoría. No vale con creérselo, con sentirlo, con oler la hierba al saltar al césped, también hace falta ser consciente del lugar, comprenderlo, entender que ya no basta con las ganas, que aquí, en la antesala del fútbol profesional, ante un recién descendido, y en campo rival, todos los fallos se pagan.

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