Ya había avisado Manuel Benítez González a este periódico en una entrevista previa al pregón que no haría referencia a nada de lo que no supiera hacer. «Voy a contar algunas vivencias, voy a tirar de recuerdos de mi infancia, que no de nostalgias y haré una pequeña reflexión sobre la cultura y las fiestas», dijo. Y así fue. Benítez González cogió las riendas y aceptó el reto de ser pregonero de las fiestas del Pino de Teror.
Atraído por la idea de dejarle a la Inteligencia Artificial el trabajo de redactar el pregón, finalmente decidió ser él mismo quien expusiera a los vecinos del municipio y a los ahí presente sus sentimientos. «Pero tras darle algunas vueltas, no puedo resistirme a aprovechar este momento para reivindicar la inteligencia y, por qué no, la torpeza emocional. Reivindicar, por un día, la capacidad que tenemos cada uno de nosotros para construir un relato desde una visión personal cuya base documental no sea más que el recuerdo vago e impreciso de historias vividas, contadas o soñadas», comenzó Manuel Benítez ayer por la noche.
La Banda de música de Teror
En una plaza del Pino abarrotada y con las calles próximas perfectamente adornadas y preparadas para la ocasión, las fiestas del Pino arrancaron unos minutos después de las nueve de la noche. Tras la esperada lectura del pregón hubo música, pero no la de Manuel Benítez, que fue la que quizás esperaban muchos vecinos al enterarse de que sería él quien diera comienzo a esta festividad tan especial. «Esta noche no quisiera que sonara otra música en esta plaza que la de la Banda de Música de Teror, el lugar en el que comencé a formarme como músico y en el que descubrí que lo más importante de mi vida estaría alrededor del hecho musical», siguió el músico Benítez.
No se olvidó de nombrar a sus viejos amigos, aquellos con los que se formó y de los que aprendió algunos secretos de la música, y también de la vida. «Sentado en uno de esos atriles, de la mano de un viejo maestro, Domingo Peña, y compartiendo con algunos amigos, y con sus padres y tíos: Marcial a la trompeta, Juanito Herrera en el saxofón, Manuel Tripilla y sus platillos, Panchito con su bombo, Emilio con la tuba…» Estaba claro que en la mente de Manuel Benítez había una decena de nombres más, pero nombrar a todos significaría alargarse más de la cuenta.
Sebastián Rivero, Chanito
Pero entre todos esos nombres, había uno importante en un lado de su corazón. «Me hace feliz comprobar que mi amigo Sebastián Rivero, Chanito, con quien compartí uniforme y ganas en la niñez y primera juventud, sigue sentado tocando el clarinete. Ese es el gran secreto y la importancia de las bandas, son la primera escuela. Ellos serán hoy los protagonistas de la música. Ellos pondrán la música, y yo intentaré poner las palabras», aseguró durante su intervención.
Manuel Benítez no se saltó el guion al asegurar que hablaría de los recuerdos de su infancia, abriendo su corazón a los ahí presente y mostrando sus sentimientos sin tapujos. Habló de los sonidos y olores que automáticamente le transportaban a las fiestas del Pino, como los voladores, los olores a calamar seco, las campanas o aquel paisaje que a pesar de haber cambiado a lo largo de los años, jamás se llevó los nombres propios y las figuras de los que siempre fueron irremplazables en El Pino, y como no, en Teror.
«La mirada perdida de un ya anciano Marcelino arrastrando su carrucha; el mal genio de Pepe Caña Dulce persiguiendo con su voz ronca los restos de una crueldad infantil ya desaparecida; la solemnidad de la capa de vocación cardenalicia de Monseñor Socorro Lantigua; la atenta y socarrona mirada de Momito y Urquijo, señores de la cámara y notarios casi únicos de una fiesta entonces menos mediática, acompañados por Teófilo Falcón, aportación local e imprescindible… «, recordó Benítez.
Pepe Benítez y Ferminita
No podía dejar atrás a su familia, responsables de que Manuel Benítez, en cierto modo, fuera ayer el protagonista del inicio de las fiestas del Pino. Tuvo palabras para su hermana, que tal y como señaló le pide humildad. De sus padres, Pepe Benítez y Ferminita y de su familia materna, aquella que considera que encarna a la perfección lo que significa la relación de la isla con El Pino y con Teror. En unas fiestas tan reseñables como las del Pino, Benítez González regaló uno de los datos más significativos en una noche como la de ayer, el censo de cuántas personas recibían el nombre de la Virgen del Pino. «Hay 415 mujeres y 35 hombres. Aproximadamente un 3,7 % del censo», aseguró.
Una lectura de pregón marcada por nombres propios. Esos que han hecho de la romería del Pino un clásico con su fiel presencia cada año. «Cada una de ellas, cada uno de ellos, tiene una fiesta a sus espaldas que contar cada año», apuntó Manuel. Haciendo un recorrido por la historia de las fiestas, desde sus inicios hasta la actualidad, Benítez González achaca el que hoy en día las fiestas tienden a oficializarse «alejadas del ocio espontáneo que las ha caracterizado en el pasado, y se manifiestan cada vez más en la necesidad y la demanda del ocio programado».
Pelea de gallos
Yeray Rodríguez, querido cada vez más por los grancanarios, también tuvo su momento en Teror, cuando fue recordado por Manuel Benítez y animó a todos aquellos que suben al municipio durante la tarde-noche del 7 de septiembre a un nuevo desafío. «¿Por qué no una caminata plagada de peleas de gallos durante la noche del Pino?», propuso a los vecinos.
No quiso finalizar este reconocido músico su pregón sin antes mandar un mensaje de corazón a corazón, en el que invita a todos los ciudadanos a que sean ellos mismos los que escriban la historia de su propia fiesta. «Pero cada uno de nosotros, independientemente de su procedencia geográfica, social o ideológica, puede hacer este ejercicio haciendo entrar en el juego a cuantos personajes considere necesarios, a cuantas personas hayan sido importantes para que cada mes de septiembre tenga un recuerdo que les traiga a esta plaza, delante de esta Virgen y bajando esta calle», señaló Benítez.
Que cada uno ponga sus nombres, al igual que Manuel Benítez González se animó a poner los suyos en el momento en el que aceptó el reto de ser pregonero de las fiestas del Pino de Teror, algo que seguramente no olvidará tan fácil. «Estos han sido mis nombres, los que la memoria trajo a mi mente en este momento de mi vida. No creo que sean ni los más importantes ni los más ilustres, ni siquiera los más significativos. Yo les invito a todas y todos a poner los suyos. En cada rincón de la isla de Gran Canaria hay pregoneros del Pino cargados de nombres y de recuerdos, con una razón de peso para volver a encontrarnos en Teror», finalizó, bajo el aplauso y la emoción de todos los que le arroparon.
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