Las primeras en dar el aviso fueron las agencias meteorológicas de los países bañados por el Pacífico, como Japón y Australia. Después, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), una agencia oficial de la ONU, lo confirmó: ‘La Niña’ estaba en marcha y se produciría este mismo año. Dicho de otra manera: las corrientes marinas a la altura del Ecuador en el Pacífico habían superado la fase natural de calentamiento -un fenómeno al que los pescadores peruanos bautizaron como ‘El Niño’ al coincidir con Navidad- y, tras una primavera neutra, pasarían a la fase fría en verano.
En términos científicos, esta sucesión de ciclos -impredecibles a largo plazo en cuanto a intensidad y duración- entre fases cálidas (Niño), neutras y frías (Niña) se conoce como ENSO, siglas de ‘Niño-Oscilación del Sur‘. Las consecuencias de esta alteración natural del clima se notan especialmente en los continentes expuestos a las aguas del Pacífico: el océano más cálido alimenta tormentas que son más intensas y torrenciales en toda América, Asia y Oceanía. Y ha exacerbado las condiciones globales para que el año pasado haya sido el más cálido desde que existen registros.
En cuanto a los efectos sobre España, la relación es mucho más indirecta, y objeto de debate entre los propios especialistas del clima. Pero existen ciertas tendencias, como apuntaba la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) el año pasado ante el inicio del ‘El Niño’. Por un lado, el calentamiento del Pacífico Ecuatorial se relacionaba con un otoño-invierno más lluvioso, pero las temperaturas globales también se traducirían en meses más cálidos. Y así ha sido: el año hidrológico ha recogido abundantes lluvias que han alejado la sequía, pero los primeros tres meses -coincidiendo con la fase álgida de El Niño- fueron de récord en el país.
¿Y después? La ‘fase neutra’ del ENSO, en la que el Pacífico recuperaba su temperatura habitual, sentó bien a España: tras meses encadenando récords de calor, los termómetros se normalizaban e incluso quedaban por debajo de lo habitual. El verano ha supuesto un repunte: Aemet advertía recientemente que este agosto puede estar entre los tres más cálidos de la historia. Y entre medias, la incógnita de la Niña: inicialmente prevista para junio-agosto, parecía tardar en formarse. «Tanto ‘El Niño’ como ‘La Niña’, aunque lejanos, han podido influir en la dinámica atmosférica que nos ha tocado vivir», confirmaba el meteorólogo Mario Picazo a EL ESPAÑOL.
Cooler waters are building in the tropical Pacific.
While the transition to La Niña has been slower than initially expected, it’s still likely to form later this year. Our bloggers discuss WHEN the transition is likely to occur. https://t.co/Dd69E3Lwe3 pic.twitter.com/8H0Wym7nQu— NOAA Climate.gov (@NOAAClimate) August 8, 2024
Ahora, tanto la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos como la Oficina Australiana de Meteorología (BOM) confirman que hay un 66% de probabilidades de que La Niña se desarrolle durante septiembre-noviembre de 2024, aumentando al 74% las posibilidades de que el fenómeno persista durante el invierno del hemisferio norte. «Parece que La Niña no será tan intensa como se preveía», explica Samuel Biener, climatólogo de Meteored, «pero llegaría a lo largo del otoño». En cuanto a las consecuencias, advierte de la elevada incertidumbre. «Suele relacionarse con otoños tormentosos en el Mediterráneo, pero cojámoslo con pinzas: no ha ocurrido todos los años».
Un otoño «inestable»
La realidad es que el mes de septiembre -inicio del trimestre que forma el otoño meteorológico- comenzará con lluvias y tormentas, inmerso en el temporal que arrancó esta misma semana con el paso de una vaguada de aire frío marítimo y la formación de varias Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANAs). «En base a las predicciones del Centro Europeo, podemos decir que vamos a tener una situación atmosférica bastante dinámica en la primera quincena de septiembre», confirma Biener. Esto implicaría el «descuelgue de bolsas en altura», que pueden derivar en nuevas DANAs de intensidad.
¿Hay que temer una nueva DANA destructiva como la que afectó al centro peninsular a comienzos de septiembre de 2023? Biener pide «no entrar en pánico». Se trata de una situación «bastante habitual» en esta época del año, aunque factores como la elevada temperatura en el Mediterráneo y el Atlántico sirven de «gasolina» para la descarga de lluvias más torrenciales y prolongadas en el tiempo. «Hay que vigilar lo que puede pasar en las próximas semanas, se dan las condiciones para que se formen tormentas muy intensas. Este otoño, al menos al comienzo, va a ser más inestable que el del año pasado«.