He experimentado el uso de misiles AIM-120 Advanced Medium-Range Air-to-Air Missile tanto desde el punto de vista del operador como del objetivo.

La necesidad de NGAD frente a los desafíos actuales de la superioridad aérea

Los disparé a grandes distancias, altitudes y velocidades desde plataformas como el F-22 Raptor. Al llegar el misil al blanco, podía confirmar la destrucción del objetivo y, si era necesario, lanzar otro misil, todo sin que el enemigo detectara mi presencia.

También tuve la oportunidad de actuar como piloto Agresor de la Fuerza Aérea, replicando tácticas enemigas en ejercicios a gran escala como el Exercise Red Flag. A pesar de conocer profundamente las capacidades y tácticas del F-22, seguía sorprendiéndome cuando escuchaba la llamada “MiG 1, estás muerto”. Esto resalta la importancia crítica de mantener la superioridad aérea. No podemos permitirnos perder de vista lo que implica la superioridad aérea, definida por la Universidad Aérea de la Fuerza Aérea de EE. UU. como el “grado de control del aire por una fuerza que permite la conducción de sus operaciones en un tiempo y lugar dados sin interferencia prohibitiva de amenazas aéreas y de misiles”.

NGAD
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La capacidad de EE. UU. para alcanzar la superioridad aérea ya no está garantizada como durante las Guerras del Golfo y las operaciones en Afganistán. En un conflicto contra un adversario de similar capacidad con un sistema de defensa aérea integrado sofisticado y una fuerza de cazas, la superioridad aérea será limitada tanto en geografía como en tiempo, afectada por una serie de capacidades que trabajan en conjunto para permitir el logro de los objetivos de la misión.

El F-22 Raptor: Insuficiencia de unidades para la superioridad aérea

El F-22 Raptor, con su combinación de conciencia situacional en el campo de batalla, sigilo y velocidad, permite que las aeronaves enemigas sean detectadas y destruidas con poca o ninguna advertencia de amenaza inminente. Sin embargo, el inventario actual de solo 125 cazas F-22 en condiciones de combate es insuficiente. Durante las décadas de 1990 y 2000, el programa de adquisición de estos aviones se redujo constantemente, no por un cambio en los requisitos, sino por una falta de comprensión política sobre las capacidades que ofrecía.

Incluso la cantidad limitada de F-22 disponibles eventualmente dejará de ser viable. A medida que estos aviones alcancen su vida útil estructural, sus capacidades, aunque se modernicen, se volverán menos efectivas a medida que las capacidades y tácticas de los adversarios avancen y se adapten. Por esta razón, en 2014, la Fuerza Aérea inició un análisis de alternativas para la capacidad de Dominio Aéreo de Próxima Generación (NGAD). La “fecha de necesidad” para NGAD se fijó para principios de la década de 2030, un plazo que se aproxima rápidamente considerando los tiempos de diseño y adquisición de sistemas de armas importantes.

El costo prohibitivo del NGAD: $300 millones por aviónEl costo prohibitivo del NGAD: $300 millones por avión
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NGAD se centra en una “familia de sistemas” con el objetivo adicional de ser fácilmente modificable para incorporar nuevas tecnologías con el tiempo y evitar la obsolescencia tecnológica. Uno de estos sistemas es el llamado “leal compañero de ala”, comúnmente conocido hoy en día como Aeronave de Combate Colaborativa (CCA), un vehículo aéreo de combate no tripulado capaz de volar en formación con NGAD u operar de forma independiente.

El papel decisivo de las Aeronaves de Combate Colaborativa (CCA)

El uso de las CCA en un entorno aéreo disputado representa un cambio de juego real. El piloto de NGAD puede evaluar que un espacio aéreo es demasiado peligroso para entrar, pero puede enviar y controlar una o múltiples CCA para destruir sistemas de defensa aérea enemigos o reducir plataformas aéreas adversarias, permitiendo que NGAD y otras fuerzas continúen con su misión. Algunos pueden preguntarse por qué se necesita una capacidad NGAD si las CCA pueden cumplir la misión por sí solas.

En su artículo en The National Interest, Peter Suciu plantea esta pregunta, sugiriendo que los costos más bajos y la ausencia de pilotos en las CCA podrían hacerlas parecer una opción preferible, quizás sin la necesidad de una aeronave de sexta generación. Sin embargo, esta idea no considera que el B-21 y el F-35 no son reemplazos adecuados para NGAD. El B-21 es un bombardero y carece de la velocidad y las capacidades de sensores necesarias para situarse en áreas de amenaza y emplear CCA. Además, un piloto de B-21 no tendría la pericia necesaria en misiones aire-aire o de supresión de defensas aéreas enemigas (SEAD).

El futuro del NGAD: ¿Debe la Fuerza Aérea pausar el desarrollo del caza?El futuro del NGAD: ¿Debe la Fuerza Aérea pausar el desarrollo del caza?

Del mismo modo, no se debe confundir al F-35 con un sustituto del F-22. El F-35 es un caza de ataque; aunque puede llevar a cabo misiones aire-aire y SEAD, su velocidad máxima es significativamente inferior a la del F-22, lo que limita su proximidad permitida a las amenazas adversarias. El F-35 también enfrentará su propia obsolescencia tecnológica a mediados de la década de 2030.

NGAD: Garantizar la proyección de poder y la ventaja tecnológica

En un comentario crítico hacia los defensores de NGAD, Suciu se pregunta: “¿Por qué deberíamos esperar que la Fuerza Aérea, o los contratistas de defensa, estén contentos con lo que hay actualmente en servicio?”. Curiosamente, esta pregunta refleja la misma mentalidad que ha llevado a una reducción sistemática en la capacidad y en la adquisición de activos que garantizan la superioridad aérea.

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No podemos conformarnos con lo que tenemos en servicio actualmente. Conformarse significa perder nuestra ventaja tecnológica y nuestra capacidad de proyectar poder para cumplir con los objetivos de la Estrategia de Seguridad Nacional.

Para ganar futuros conflictos contra un adversario de poder similar, la nación necesita mantener la superioridad aérea. NGAD es la próxima evolución tecnológica que brindará una capacidad que ha sido descuidada debido a decisiones políticas cortoplacistas. No podemos permitirnos estar satisfechos; el futuro depende de ello.

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