Después de las inundaciones catastróficas de Río Grande en mayo, con enormes pérdidas económicas, el agua da paso al fuego en Brasil en otro capítulo de la amenaza climática que se acelera en el gigante sudamericano. Las regiones de Mato Grosso, Rondonia y San Pablo son escenarios de incendios voraces. Las zonas rurales de la zona económica y demográfica más importante de ese país se cubrieron de humo en apenas 90 minutos, toda una medida del impacto que todavía tiene azorados a sus habitantes. Se ha informado sobre al menos dos muertos.
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) consignó que el número de incendios registrados en Brasil durante los ocho meses de este año es de 104.928. Se trata de la cifra más alta desde 2010, cuando se reportaron 118.000 episodios. En relación con 2023 los focos aumentaron un 75%.
Agosto suele ser un mes problemático. No se esperaba, sin embargo, un incremento de la magnitud que experimentan las regiones más afectadas. El número de incendios en la región paulista aumentó un 338%, mientras que en Mato Grosso el ascenso ha sido del 236%. En esa región se encuentra uno de los grandes tesoros de la naturaleza, el Pantanal, compartido parcialmente con las fronteras de Paraguay y Bolivia, donde también ha sonado la alarma.
El mayor humedal tropical del planeta, con sus más de 176.000 kilómetros cuadrados, ha vuelto a sentir los efectos devoradores del fuego como en 2020: ya se han consumido 18.000 kilómetros cuadrados. Los especialistas temen que se superen los indicadores catastróficos de aquel año en cuanto a la pérdida de biodiversidad en casi un cuarto del territorio y la muerte de unos 17 millones de animales.
Las imágenes de partes del bioma convertidas en un manto gris no son fruto de la casualidad. La mano del cambio climático está detrás del desastre porque El Pantanal también sufre el azote de la sequía por falta de lluvias. La degradación de los manantiales ha hecho que el bioma sea más seco con el paso del tiempo. La deforestación provocada por el impulso del negocio agropecuario de expandir sus fronteras es otro de los factores que contribuyeron a esta nueva desgracia.
Otros focos
Las escenas de El Pantanal se han replicado en Rondonia, un estado del noroeste que linda con la Amazonía. El fuego ha consumido 107.216 hectáreas de bosque, un 42% más que el año precedente. Las autoridades tuvieron que decretar la emergencia por la velocidad con la que se expandieron las llamas. La sequía fue también en este caso el alimento preferencial del fuego. Este año se registraron además situaciones críticas muy cerca de áreas urbanas y en zonas de conservación.
Flávio Dino, juez del Tribunal Supremo, ordenó este martes al Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva destinar en un plazo de dos semanas el «mayor contingente» de militares y policías para combatir las llamas. Según Dino, se necesita de un «trabajo intenso, rápido y eficiente» para que no avance lo que ya se ha caracterizado como una «calamidad pública» cuyos daños «son irreparables y graves».
No es solo el cambio climático el que vuelve a traer la zozobra a Brasil en 2024. El Gobierno asegura tener la «fuerte sospecha» de que la ola de incendios no es ajena a una actividad criminal orquestada. Fue Lula el primero que lanzó esa sospecha frente a las inéditas escenas en la región paulista. La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, hizo suyas esas suspicacias del presidente. El Gobierno paulista confirmó luego que el 99% de los focos son el resultado de imprevisiones o actos deliberados. Hay seis personas detenidas.
«Esperamos que los responsables de estos delitos sean castigados con rigor», dijo el ministro de Agricultura, Carlos Fávaro. La policía federal informó que, entre 2023 y el presente año, ha abierto 32 investigaciones para esclarecer el origen de los focos que están asociados a la actividad humana. A los efectos de desgastar al Gobierno, la oposición de derechas, reacia a cualquier narrativa ambientalista y al Acuerdo de París, ha expresado su deseo de citar a Silva para que dé cuentas de las acciones del Estado para enfrentar el desastre.
El problema de fondo
«Desde junio de 2023, con el inicio de El Niño combinado con el calentamiento global, Brasil ha experimentado perturbaciones climáticas que afectan a las cinco regiones, con grandes volúmenes de lluvia en el Sur y sequía en el resto del país. Ya se sabía que la sequía invernal de 2024 sería «intensa», recordó el diario ‘Folha’ de San Pablo en su reciente editorial. Y añadió: «El Gobierno Federal incluso aumentó la infraestructura de combate a los incendios en la Amazonia, pero las medidas no fueron suficientes. Ya es hora de que las autoridades públicas a todos los niveles se den cuenta de que es necesario hacer un seguimiento continuo de los efectos de la crisis climática y poner en marcha planes de prevención y contención con carácter de urgencia».
Según el diario carioca ‘O Globo’, que cita a distintos especialistas, la dificultad para combatir los intensos incendios está asociada a las condiciones naturales, el fenómeno de El Niño, como ocurrió en las inundaciones en Río Grande del Sur, la falta de lluvias y la sequía, que favorecen la propagación de las llamas. Pero, además, «faltan brigadas, equipos y aeronaves, tanto del Gobierno como de oenegés para controlar los incendios». El Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) redobla desde hace años los llamamientos a las autoridades para que destinen más dinero a las acciones preventivas. «El coste de la lucha contra los incendios forestales es altísimo y la eficacia muy baja», señaló un funcionario del Ibama a la publicación.
Nuevas amenazas
Las amenazas se presentan de distintas maneras. Cuando el fuego se retira, es otra vez el agua el que anuncia desastres. En coincidencia con la lucha desigual contra la propagación de los incendios, el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, ha lanzado una nueva advertencia ante la rápida subida de los mares a nivel global y regional, centrada en las principales ciudades costeras de los países del G20 y los pequeños estados insulares en desarrollo del Pacífico.
El último informe de la ONU avisa que Río de Janeiro, la «ciudad maravillosa», y Atafona, en la zona norte, se verán directamente afectadas por el aumento del nivel del mar en 13 centímetros debido a las altas temperaturas. Para 2050 se espera que todo sea peor. «La subida de los mares es una crisis creada enteramente por la humanidad. El mundo debe actuar y responder a la llamada de socorro antes de que sea demasiado tarde», se subraya el documento.