La plaza de Toro se caía para pedir el quinto apéndice de la tarde para Marco Pérez. Rendido el coso bicentenario ante el joven salmantino, que dejó los momentos de mayor torería sobre el albero toresano.
Con el que cerraba plaza, se rompió Pérez y, con él, la plaza, en una faena en la que, como en el anterior de su lote, volvió a tocarle un novillo complicado, marcado con el hierro de Domingo Hernández, que ya de salida fue desentendido. Logró recogerlo Pérez por delantales en los medios y dejó después un lucido quite en el mismo lugar, por delantales y rematado con serpentina. Inició la faena en los medios con un pase cambiado por la espalda.Y lidió con solvencia y torería, y mucho mérito, ante un novillo de embestidas nada fáciles, al que le sacó buenos pases por ambos pitones, lo exprimió y logró hacerle faena, poniéndose en el sitio y bajando la mano. Dejó dos molinetes de rodillas que encantaron a la plaza, y valor ante un novillo que desarrolló sentido y al que mató de una estocada en lo alto, que consiguió para Pérez las dos orejas y el rabo.
La muerte del primero de su lote se la brindó a su banderillero Elías Martín, natural de Pinilla de Toro. Fue un novillo que acusó falta de fuerzas en cuanto la faena tomaba vuelo por abajo. El novillero dejó una tanda al natural con profundidad de trazo y verticalidad que arrancó algunos «olés», y continuó dos tandas más al natural, la de más empaque; la tercera. Fue una pena el pinchazo.
Jarocho malogró con la espada la que pudo haber sido su última puerta grande como novillero. Abrió plaza el burgalés en un templado recibo a la verónica y por delantales. Al son del pasodoble «Plaza de toros de Toro», toreó con naturalidad, temple y verticalidad. Al segundo de su lote, le recetó muletazos por la izquierda, de trazo profundo, que retrotraían a la tarde de su triunfo en Las Ventas.
Manuel Román dejó ver también sobre el albero un toreo elegante y solvente. Ante el que hizo quinto, supo llevar a más la faena, que inició genuflexo, estirándose por abajo. El novillo se quedaba corto por el pitón izquierdo, pero Román puso empaque, verticalidad y mucha torería y logró recuperar la ligazón por el derecho.
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