Asesinato premeditado o desnuque fortuito, el cadalso o la libertad. A unas horas del desenlace del caso de Daniel Sancho, el más mediático en décadas, no hay conciliación posible de las versiones sobre lo que ocurrió durante las cuatro semanas de juicio oral en el tribunal de Koh Samui. La puerta cerrada –sin periodistas y con amenazas de cárcel o extradición a los filtradores– convierte las percepciones en autos de fe. Solo la lectura de la sentencia dará y quitará razones este jueves.
En las vísperas solo ha comparecido un bando en Tailandia. Los padres de Edwin Arrieta, a la intemperie financiera tras su muerte, no acudirán por el alto coste de los vuelos. Juan Gonzalo Ospina, abogado de la familia del finado, atenderá desde los platós españoles lo que ha desdeñado como un mero trámite procesal. No falta nadie en el otro rincón. Está Rodolfo Sancho, padre del presunto asesino y descuartizador confeso, y el equipo de letrados que le ha acompañado durante este año árido.
El equipo de la defensa
En el hotel costero elegido como cuartel general se escucha más el castellano que el inglés o tailandés. A su nutrido equipo y la procesión de periodistas se suman los turistas españoles que a finales de agosto, en años de bonanza o apreturas, toman las playas del sudeste asiático. Se respira un ambiente de controlado optimismo y satisfacción por el trabajo bien hecho. “Consideramos que la premeditación fue totalmente desmontada en el juicio”, sostiene el criminólogo Ramón Chipirrás, del equipo de la defensa. Ospina no atiende las llamadas de este diario.
La premeditación es el océano entre la pena de muerte o una larga temporada entre rejas y una sentencia corta que
ermita un pronto traslado a España. Para un observador imparcial parecía evidente un año atrás. La admitió Daniel Sancho en las primeras semanas ante todo el que quisiera escucharle y había amontonado armas punzantes y cortantes en la víspera de la llegada de Arrieta a la vecina isla de Koh Phangán. El sentido común y la casuística aconsejaban la confesión plena y el arrepentimiento para una sentencia misericordiosa. Pero en la apertura del juicio oral llegó el volantazo. “Hay partido”, prometían desde sus filas.
¿Estrategia suicida?
La justicia penal tailandesa otorga a la confesión un peso enorme. Ese es el lugar común, pero en realidad es más ligero. Sin ella, una pena de muerte que nunca se cumple o cadena perpetua; con ella, unas décadas de cárcel. Es, en todo caso, un horizonte largo a la sombra. Quizá influyeron argumentos jurídicos. O quizá mandó un cálculo de riesgo muy humano: si perdemos, perdemos poco; si ganamos, ganamos mucho. Tailandia contempla desde 15 años a la pena de muerte por el asesinato agravado y entre 3 y 15 años para el homicidio involuntario. La cuestión es que Sancho se adentró en una vía que sus dos primeros abogados tailandeses y todos los expertos consultados por este diario consideran suicida.
La nueva estrategia exigía desmontar aquellas confesiones, arrancadas según la defensa sin abogados ni traductores y otras trapacerías, y atribuirle fines culinarios a aquel arsenal que había amontonado el presunto chef y esforzado youtuber a pesar de los meses de silencio de su canal. La misión se antojaba quimérica hasta que el fiscal, Jeerawat Sawatdichai, admitió por dos veces durante el proceso sus dificultades para probar una premeditación que se daba por descontada. Sancho se defendió de una agresión sexual con un empujón que impulsó a Arrieta contra el baño, argumentó su defensa. Los pedazos encontrados de su cuerpo la ayudaron. Sin el torso no ha podido acreditarse la puñalada que había descrito la policía meses atrás mostrando una camiseta agujereada. Y sí apareció la cabeza con una fuerte contusión compatible con un desnuque accidental.
Vía conservadora
“Hemos trabajado desde el principio para exculpar por defensa propia a Daniel”, sostiene Chipirrás. ¿Y si la sentencia demuestra que la vía conservadora de la confesión y arrepentimiento era más idónea? “No podemos arrepentirnos de nuestra línea de defensa. Fue decidida por todos, incluidos Rodolfo y Daniel, que sabía de primera mano lo que había pasado. La otra es simplemente la que adoptan por costumbre los abogados tailandeses”, continúa. Falta poco más de un día para saber si acertaron.
Si la sentencia atiende los argumentos de la defensa, y no es un condicional menor, necesitará de una motivación meticulosa para convencer a los tailandeses, acostumbrados a un sistema punitivo inclemente, de que un extranjero, rubiales y guapetón, no se ha salido con la suya. El abogado tailandés de Arrieta publicó ayer una presunta filtración de la sentencia, que incluiría la pena de muerte, y que borró pocas horas después de sus redes sociales.
Suscríbete para seguir leyendo