La transición, palabra convencional que significa –según la RAE– la acción y el efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro y que hoy en día abunda en el fútbol moderno, no le va nada bien a la UD Las Palmas. La transición en su amplio sentido, no sólo cuando un rival pasa de defender a atacar vertiginosamente, como hizo ayer el Leganés en la segunda parte, sino también cuando el propio equipo cambia la identidad. Anda el cuadro amarillo en entender el nuevo modelo de juego que quiere implantar Luis Carrión y que dista en muchas cosas del que había durante los dos últimos años y medio con Xavi García Pimienta al mando. Mientras tanto, dos jornadas ya han pasado y el balance de resultados no es bueno: un punto de seis posibles.
No hay alarmas, entre otras cosas porque la temporada pasada las unidades obtenidas en los dos primeros encuentros fueron exactamente las mismas, una, pero sí conviene a la UD sumar su primera victoria cuanto antes porque, a diferencia del año anterior, el grupo es prácticamente nuevo, el entrenador trae una idea nueva y no ya no existe el sostén de los años juntos. De alguna manera, aquella casa estaba construida a falta de amueblarla y está aún está en los cimientos.
No parece el Madrid el rival idóneo para obtener algo positivo, aunque el Mallorca ya demostró que con orden e intensidad, y también algo de suerte, la sorpresa es posible, pero la realidad apunta a tres días más tarde, el domingo, en la casa de otro rival directo por eludir el descenso, como el lugar en el que la UD de Carrión habrá de demostrar al menos que ha corregido los errores que el propio técnico y los propios jugadores detectan y a los que no pusieron solución en Butarque.
Puede decirse, en resumen, que la UD volvió a mostrarse peligrosa en ataque, porque creo hasta cuatro cinco ocasiones clara de gol aunque sólo materializó una, pero también lo hizo en defensa, y eso en Primera División suele ser letal, más todavía en un equipo en construcción.
Los dos goles del Leganés llegaron en sendas transiciones defensa-ataque. En la primera, Kirian no llegó a tiempo de tapar la percusión de Juan Cruz, autor de un golazo, hacia el centro: con al menos molestarle habría tenido para no quedar tan señalado; en la segunda, Loiodice tuvo una pérdida de balón grosera que originó un contraataque que nadie supo defender después. Dos transiciones, dos goles en contra, como sucedió también en el segundo tanto del Sevilla, que en otras dos pudo haberse llevado la victoria de nos ser por las paradas de Cillessen, en la cita inaugural.
Polivalencia excesiva
Carrión, de su lado, también debe aclararse. Ayer, con el sólo cambio de McKenna por Loiodice en el equipo titular –también entró Sandro por Mata–, movió cuatro posiciones. El escocés pasó al centró de la defensa, Álex Suárez al lateral derecho, Marvin al extremo de esa misma banda, Moleiro a la mediapunta y Javi Muñoz al doble pivote, donde había actuado el francés antes el Sevilla.
Ayer dispuso lo que le había funcionado y Las Palmas fue mejor en la primera parte, sin embargo, los primeros cambios de la segunda –Álex Suárez y Moleiro por Viti y Enzo– empeoraron al equipo. Quizá convendría, en plena transición ideológica, no mover tanto el árbol, sino fijar posiciones y utilizar a más gente.
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