Silvino García Martínez es uno de los grandes maestros de ajedrez de Cuba, con ancestros en Castrillón, y residente en Oviedo desde hace cinco años, en concreto en Ciudad Naranco, donde enseña a niños y adolescentes. El ajedrez le rescató y le permitió pasear por medio mundo y conocer a grandes maestros y también a políticos como Fidel Castro y el Che Ghevara. Estas son sus memorias:
Entre Asturias y Cuba
«Mi padre era asturiano, mi madre cubana, y yo nací en 1944 en La Habana. Era linda mi madre, y el viejo tenía una personalidad especial. Mi abuela, Josefa García Rubio, se vio involucrada en los problemas del 34 en Castrillón. Fue condenada a 15 años de cárcel, pero sólo cumplió siete. Ella decidió mandar a su hijo, mi padre, a Cuba. Mi padre llegó hecho un jovenzuelo. Se instaló con unos primos. Empezó a estudiar matemáticas vinculadas a la economía y se hizo un profesional importante, dedicado al comercio de alimentos en grandes volúmenes. Mi madre lo conoció en la etapa más joven. Por parte de mi madre era una familia muy humilde, de la parte del centro del país, de Villa Clara. Pasé mucho tiempo allí, vivíamos en condiciones pésimas. De joven tuve que trabajar para ayudar a mi madre, que se enfermó de la presión. Con el triunfo de la revolución, mi padre se fue para los Estados Unidos. La última vez que me vio me echó una mirada inolvidable. Previamente se vino a España y compró una casa en Salinas. Mi madre se marchó también a Estados Unidos con su segunda pareja, otro español, y tengo hermanos allí, en Miami. Fue el espíritu de mi abuela el que me trajo aquí a Asturias».
El chico del puesto de naranjas
«Se habla mucho del antes y después de la Revolución. La Cuba de los años 40 o 50 era terrible. Mi abuela materna, que era una persona con una gran pasión literaria, que leía libros y libros, no sabía multiplicar, por los niveles educacionales, que estaban muy bajos. Mi madre era el genio de la familia, porque había llegado a sexto grado de primaria. A mí me tocó trabajar. Un amigo con un dinerito y yo pusimos un puesto de naranjas en el medio de un portal, ya había triunfado la Revolución».
Las primeras letras
«Antes de la Revolución no fui a la escuela. Le dije a mi madre que quería aprender y me dijo: ‘Los pobres no pueden estudiar’. Me fui a un amigo que era tornero y le dije: ‘Enséñame’. Y me dijo: ‘Pero no sabes ni quebrados, ¿cómo vas a trabajar?’. Entonces me fui a una escuela formadora de maestros y me encuentro con una maestra y le dije: ‘Yo quiero estudiar’. Y me hace unas pruebas y me dice: ‘Pero si no sabes ni dividir’. Aprendí, entré en cuarto grado, y me entregó un libraco, ‘El hombre que ríe’, de Víctor Hugo. Así me fue dando libros. Pasaron los años y supe que esa mi primera maestra era Petra Ballagas, la esposa de uno de los más grandes poetas cubanos, Regino Pedroso (1896-1983), ella misma poeta».
Lo que supuso la Revolución
«La Revolución significó que el Gobierno se apropió de todas las viviendas y las vendió a precios ridículos. Todo el mundo pasó atener su casa propia. Estableció un mecanismo alimentario, que permitía una alimentación básica a precios ridículos. Multiplicó las escuelas en todo el país, los hospitales, hizo un desarrollo de la medicina, las universidades, las investigaciones científicas. En ese sentido hubo un progreso. En otro sentido, no se podía dar otra opinión en la prensa, aunque a la población cubana le importaba muy poco eso. Les importaba solo lo básico. Era muy difícil vivir, comer. Nosotros pasamos hambre muchas veces. Mi madre se mudaba todos los meses porque no podía pagar el alquiler».
Una tabla de salvación llamada ajedrez
«Cuando pusimos el puesto de naranjas, gracias a Dios, otro individuo puso otro para vender tamales, sacó una mesita y un tablero de ajedrez y aquello se convirtió en una importante peña ajedrecística, en la que fue a jugar muchísima gente de muchísimo nivel. Yo que estaba al lado, empecé a ver aquello… En un momento determinado se quiso hacer un torneo entre equipos de organismos del país, y los miembros de aquella peña decidieron pedir permiso a una fumigadora para representarlos y ahí jugué mi primer torneo, en el que había maestros y yo no sabía ni mover las piezas. Increíblemente, yo iba creciendo, de una forma que a mí me asombraba. Era un talento natural. Yo tenía un amigo que decía que yo, en vez desde el origen a la consecuencia, pensaba de la consecuencia hacia atrás. Jugué varios torneos juveniles y de repente nos visitó en La Habana una persona que fue gran campeón, una de las grandes figuras del ajedrez, el holandés Max Euwe, que era el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). En ese momento se estaba jugando el match entre Fischer y Petrossian en Buenos Aires (26 de octubre de 1971). Él puso el tablero y se puso a analizar con varias personas la partida, yo propuse varias movidas y cuando terminó la partida él se volvió hacia mí y me preguntó: ‘¿Cuándo vas a ser un gran maestro?’. Yo le respondí que no tenía competencia, y él me consiguió cuatro eventos para que yo comenzara a desarrollarme, primero en Palma de Mallorca, luego en Holanda, en Italia, y de nuevo en España. En el 67 ya había venido a España, a Madrid con el equipo cubano, después de que en el 66 hubiese habido una olimpiada en La Habana. Y después estuve viniendo a España sistemáticamente, de hecho me hice gran maestro jugando el torneo de San Felíu de Guixols, en la Costa Brava, en el año 1975, el primero cubano desde José Raúl Capablanca (1888-1942). Antes participé en un torneo muy especial, el de Madrid de noviembre-diciembre de 1973, que ganó Karpov. Me ganó en un duelo de esos a muerte muy tensos. Yo jugué con siete campeones absolutos del mundo. Le gané a Vasili Smyslov una partida muy brillante. Hice tablas con Mijaíl Tal. También con Borís Spassky. Jugué en diez olimpiadas de ajedrez (1966, 1968, 1970, 1972, 1974, 1978, 1980, 1982, 1984 y 1986), gané cuatro campeonatos nacionales cubanos (1968, 1970, 1973 y 1979), dos torneos panamericanos (1968 y 2017), fui vicepresidente de la Federación de Ajedrez de América durante casi veinte años, eso sí, sin ganar nada».
La partida con Karpov
«Yo había mirado mucho las partidas de Karpov. Por alguna extraña razón, cuando jugaba con algún jugador más fuerte, me crecía. La partida con Karpov fue muy difícil para mí, pero también para él. Estuvo en desequilibrio extremo casi todo el tiempo, y en la última jugada me equivoqué, y entonces me ganó, porque si no, hubiesen sido tablas, pero no pacíficas, sino con la punta de la espada, duelo a muerte. Y jugué una partida parecida con Mijaíl Tal. Claro que me impresionó Karpov, pero en ningún momento sentí miedo. Sentí el desafío de la lucha».
Gloria del deporte cubano
«Se me concedió la condición de Gloria del deporte cubano, estuve entre los diez mejores deportistas del año, entre ellos estaban los atletas Javier Sotomayor o Alberto Juantorena».
El impulso del ajedrez en Cuba
«A mi regreso a Cuba, pedí un grupo de muchachos talentosos para yo impartirles clases. Dos de ellos se hicieron grandes maestros: Jesús Nogueiras y Reynaldo Vera. Otros dos fueron maestros internacionales. Esa fue mi pasión. En cierto momento, mis relaciones con el Centro de Deportes se hicieron complejas, lógicamente, ellos disponían de un presupuesto para los deportes que iban a la olimpiada mundial, pero las olimpiadas de ajedrez no se incluían, al ajedrez le llegaban pocos recursos. En un momento dado se me ocurrió plantear al Consejo de Ministros la creación de centro especializado de ajedrez con rango universitario para promover la enseñanza del ajedrez.Seis ministros estuvieron en contra, por razones de concepción.Al final se aprobó, pero sin presupuesto, solo para salarios de siete personas. Me escribió el presidente de Castrol y conseguimos su patrocinio. Organizamos un torneo en Mérida (México), llevamos jugadores cubanos, conseguimos espacio en la prensa.Fue Leontxo García, un periodista vasco especializado en ajedrez, y estuvimos allí hablando de ajedrez y ajedrez… Empezamos a dar simultáneas en diversos lugares en Mérida, y una labor de promoción del ajedrez en diferentes lugares, en Bolivia, Perú…».
Récord en la plaza de la Revolución
«Pasados los años, se me ocurrió hacer una gran simultánea en la plaza de la Revolución de La Habana. Fue difícil, porque había que saber cuántos tableros había, el transporte de la gente…, pero nos entregamos a la tarea. Participaron 11.300 jugadores y fue récord Guinness. ¿Quién se sentó a jugar en la simultánea? Fidel Castro, y también el ministro José Ramón Fernández, asturiano, general y presidente del comité olímpico. Una vez tuvimos una discrepancia laboral. Él consideraba que todos aquellos deportistas que ganaban grandes premios tenían que aportar ese dinero al Instituto del Deporte. Pero en el ajedrez, como no disfrutaba de los presupuestos, nuestros muchachos tenían que pagarse el pasaje, la comida, sus libros… Pues yo no podía decirles que entregasen su dinerito. Discrepamos sobre eso. Le dije: «José Ramón, asturiana como usted era mi abuelita, encarcelada por defender sus ideas, y esa sangre corre por mis venas». Y tras eso le acompañé al coche, porque ya era viejito, y no le falté al respeto. Pues a ese torneo en la plaza de la Revolución fue Fidel Castro. Jugué con él, pero quedamos en tablas. Luego estuve una hora hablando con él. Me preguntó: «¿Qué tú crees que debemos hacer por el ajedrez?». Y le dije que un plan para niños talentosos. Y le dije que acceder a la televisión y a manuales, llevar el ajedrez a las escuelas. Se hizo mucho trabajo y al final se creó, en 1992, el Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez. Me dijeron que lo tenía que dirigir yo, y aunque dije que no lo había hecho nunca, acepté y me nombraron rector y presidente de la Federación. La pasión de la enseñanza. Durante el periodo que fui presidente de la Federación, Cuba fue el país en que se graduó un mayor número de grandes maestros, alrededor de cuarenta, cosa asombrosa. Y todo eso discutiendo el pago del pasaje a algunos ajedrecistas, como el de Leinier Domínguez, que ahora es el tercer tablero de Estados Unidos, porque su familia su fue».
La crisis de los misiles en Cuba, en 1962
«Eso me parece ciencia ficción, como si no hubiese existido. Silvio Rodríguez iba a las trincheras a cantar. ¿Qué misiles? Uno no veía la magnitud del problema, uno no sentía la inminencia del desastre. La gente se preocupaba solo por alimentar a los niños».
Conocer al Che
«Me invitaron a unas simultáneas en el Ministerio de Industria, y veo que un poco más allá está Ernesto ‘Che’ Guevara. Su partida termina en tablas y empiezan a analizarla. El Che propuso una movida, y el señor que estaba al lado, otra, y yo dije: «No, deja la que dice el Che». Él me miró, y un escolta me tocó en el hombro y me dijo: «Él es el Che para sus compañeros de armas, comandante Guevara para los demás». Me levanté, le di una patada a la pared y me fui rojo de vergüenza. En 1964, en el salón de Embajadores del Hotel Habana Libre, gané cinco, seis o siete partidas. Estaba con mi madre y algunos seguidores y en esto entró el Che con su séquito, y al verme se vino corriendo las escaleras hacia mí, me pegó un abrazo y se acordó de lo que había pasado. «Eras muy ‘verdesito’», me dijo. Después, como me quería casar, un amigo me consiguió un trabajo en el Ministerio de Industria. Y cuando llego el primer día, allí está el Che. Y me dice: «¿Usted a qué viene por acá? Aquí se viene a trabajar, no se viene de botella». Me pasé meses en el monte, investigando las condiciones de vida de los campesinos de la Sierra Maestra, algunos vivían en cuevas. Cuando regresé, el Che me llamó para una partida. Pasados los años, mi amigo me dijo que quien había querido que trabajase en el Ministerio fue el propio Che. Hizo mucho por el ajedrez cubano. Jugaba muy bien, aunque siempre le gané. Cuando fuimos a la primera olimpiada después de Capablanca, la de Varna (Bulgaria)en 1962, fue él quien dio el dinero. Era un hombre de autoridad, pero cercano.
El líder de la Revolución
«Fidel Castro era una persona muy culta, muy hábil en el diálogo. Tras organizar las mayores simultáneas de la historia en la plaza de la Revolución, estuvimos hablando como una hora. Cuando te comunicabas con él, te examinaba. Por ejemplo, me preguntó: «¿Qué es lo que hay que hacer con el ajedrez?». Yo le dije: «Desarrollar la escuela de niños con talento». Y me preguntó: «¿Y qué cosa es el talento?». Hizo mucho por el ajedrez. ¿Qué juicio tendrá la historia sobre él? Fidel Castro resolvió muchos problemas para los más humildes. Sentó las bases para el desarrollo de la cultura, el deporte, la sanidad, la educación. No creo que haya favorecido mucho a la prensa. No creo que fuese muy extremo, pero alguna cosilla habrá hecho con los opositores, cuya única falta era discrepar.
Los grandes maestros
«Los rusos son muy apasionados, en extremo, y jugando al ajedrez más. Garri Kasparov tiene unos ojos color violeta y le brillan como un relámpago. Karpov los tiene verdes y te impresiona la pasión con la que le brillan. Le invité una vez a Cuba parada darle una orden estatal por su carrera deportiva, lo llevé a Varadero, hasta un cayo. Él estaba muy feliz. Me ganó seis o siete partidas, y luego le gané yo una. Se puso todo rojo y me dijo: «Vamos a jugar otra». Pero yo le dije: «Nunca más». Fischer era muy distinto de como le pintan. De él dicen que era muy hostil, pero el Fischer que fue a La Habana le firmaba autógrafos a todo el mundo, era muy cortés. Se quiso quedar en Cuba, pero no le dejaron. Estaba enamorado de Cienfuegos. Cuando las Torres Gemelas hizo un comentario y le persiguieron, de forma que acabó muriendo en Reikiavik, donde tiene una pequeña tumba. Lo que dijo fue: «Están pagando todos los crímenes que han cometido». Mi ajedrecista favorito es sin duda Capablanca. Era genial. Trajo una idea distinta. La teoría de la simplicidad. El tipo despejaba, quitaba todo lo accesorio y después quedaba aquello en lo cual había una diferencia mínima, y en esa diferencia mínima le ganaba a todo el mundo, con precisión absoluta. La Habana era el Dorado del ajedrez.
Familia
«Me casé con una chica muy joven y fue breve. Luego inicié una relación con una ajedrecista que me encontré en un torneo, Nery Maceiras, maestra nacional de ajedrez y psicóloga. Con ella tuve tres hijas, las tres microbiólogas: Isabel, Patricia y Tania. Viven con su madre en Córdoba. Nos fuimos distanciando. Un día, allá por 1985, mi actual mujer, Ana Gloria Torres –que tiene ancestros en Lugo– fue a ver un torneo de ajedrez con unas amigas.Estaba jugando yo con Palermo, el argentino, y ella se interesó en conocer a cierto caballero. Tenía ella 21 y yo 39. Me escribió, y yo le respondí con otra muy poética. Luego nos citamos, y aunque yo le parecía al principio «un viejo muy feo», hemos seguido juntos cuarenta años y hemos tenido dos hijas, Ana Camila, profesora de ballet –como su madre–, y Ana Regina, diseñadora. Y tengo cuatro nietos, el mayor de 24 años, otra de 16, otra de 14 y la menor de 7. Yo soy pro familia total.
La vida en Oviedo
«Llegué a España en 2019, para ayudar a una de mis hijas. Al final terminé en Oviedo y he estado colaborando con el club de ajedrez de Ciudad Naranco. Hace dos años me dijeron que tenía un tumor maligno de próstata, me operaron y la médica me dijo que estaba asombrada de mi recuperación. Estoy enamorado de Oviedo y de una mujer…, la Regenta. Me encanta ese gesto de gran profundidad, atenta, pero severa, profunda. Me hice unas fotos con mis hijas y con ella al cumplir los 80 años. Ellas me dicen que me he pasado de mujeriego. Pero también dicen: «Te vamos a perdonar, porque has sido muy buen padre». En España hay una actitud de respeto mayor que en otros lugares, la socialdemocracia funciona. Me he enamorado de Ciudad Naranco. Hay un clima familiar y amistoso. Todos los viejitos nos conocen y nos saludan. Oviedo es muy bonito, el color, los jardines…
Una escuela de vida
«A algún padre le he dicho que el que juega al ajedrez va a ser apoyado por otros ajedrecistas en cualquier lugar que vaya, y va a desarrollar capacidades intelectuales matemáticas, y también creatividad, estabilidad, autocontrol, su yo interior se va a fortalecer, como el espíritu de un samurai. Mi mayor satisfacción es sentarme con los niños a enseñarles. Ven cómo se van desarrollando y creciendo. Lo que le digo a mis hijos es que hay que estudiar 50 partidas al día. A mis alumnos les digo ‘mis hijos’. Y ellos han establecido también una relación estrecha.
La situación de Cuba
«En este momento, la situación es terrible. Sufre un asedio semejante a Gaza, pero sin bombas. Allí, cualquier error del Gobierno se convierte en una tragedia. ¡Qué buena la sonrisa de Kamala Harris! A lo mejor se le ocurre una solución. A Estados Unidos le conviene tener a Cuba de su lado. Pero se están muriendo de hambre, de enfermedades, no tienen combustible ni para recoger la basura. Estamos ayudando a quienes fueron nuestros vecinos. La situación es en extremo dramática. Mis amigos me dicen: «Maestro, la situación es muy difícil, demore su regreso. Estoy pensando en vender mi casa allí y comprarme aquí».
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