Fue una de las promesas de campaña del primer ministro británico, Keir Starmer, en las elecciones generales del pasado julio en el Reino Unido: la puesta en marcha del programa ‘Make Work Pay’ (Rentabilizar el Trabajo), basado en una serie de medidas destinadas a mejorar las condiciones laborales de miles de trabajadores en el país. “Devolveremos al Partido Laborista al servicio de las clases trabajadoras”, repitió de forma incansable Starmer en las semanas previas a los comicios, en un intento de seducir al sector de la población más afectado por el aumento del coste de la vida y por la pérdida de poder adquisitivo. Casi dos meses después, el Gobierno laborista ya está trabajando en una de las ramas de este plan, el derecho a la desconexión de los empleados

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