Irse de vacaciones casi es un lujo. Las de este año se han convertido en las más caras de la historia para los canarios, pero a pesar de ello, son muchos los que no quieren renunciar a esos días de descanso aunque sea a costa de tirar de la tarjeta de crédito. Hoteles, restaurantes y comidas cuestan este verano hasta un 36% más que hace cinco años, aunque el destino sea el mismo que en años anteriores. Una diferencia que se nota en el bolsillo y que cada uno trata de mitigar como puede. Recortar la estancia, salir menos a comer o reducir las cervezas y los helados son algunas de las alternativas.
El encarecimiento de las vacaciones comienza nada más empezar a buscar destino. Ya sea en barco o en avión llegar hasta allí será más caro. De acuerdo con los datos del Índice de Precios de Consumo (IPC), los vuelos nacionales cuestan hoy un 10,5% más que en el verano de 2019. Pero si se opta por el transporte marítimo también habrá que pagar más, ya que los billetes de barco se han encarecido un 45,2%. Un respiro sí que dan los vuelos internacionales, su precio es prácticamente el mismo que cinco años atrás.
Elegido el lugar para veranear toca buscar alojamiento. Y ahí puede venir uno de los mayores sustos, ya que los hoteles cuestan ahora un 36,2% más. Sus tarifas están más caras que nunca y, de media, una noche en una habitación costaba en las Islas 130 euros en julio, una cifra que, sin duda, habrá experimentado una subida en agosto. Pero quienes hayan valorado otras alternativas para escapar de los hoteles, pensando que así podrán esquivar el incremento, van muy desencaminados. Alquilar una vivienda en el destino vacacional ha subido un 7,3% desde 2019 y los más intrépidos que quieran ir a un camping o albergue tendrán que abonar un 16,5% más por el servicio.
Frente a estos precios habrá quien valore comprar todo un paquete y así tratar de ahorrar tiempo y también algo de dinero. Pero nada más lejos de la realidad, su precio se ha encarecido mucho desde antes de la pandemia. Reservar un tour por la Península o el otro archipiélago nacional le saldrá al interesado un 39% más que si lo hubiera hecho hace cinco años y para marcharse al extranjero con este mismo plan habrá que abonar un 18% extra.
Ya con todo reservado no está de más contratar un seguro por lo que pueda pasar, para lo que se tendrá que sufragar casi un 20% adicional a lo que se pagaba en 2019. Preparar el viaje y comprar los artículos necesarios para trasladarse con comodidad también saldrá más caro. Maletas o las típicas almohadas para el cuello tienen un recargo del 5,5%.
Gastos en el destino
Olvidado el importante desembolso inicial y ya en el destino, el turista podría pensar que lo que queda es disfrutar sin tener que abonar de más. Pero se equivoca de nuevo. Una vez allí todo saldrá también más caro. Sentarse a comer en un restaurante, alquilar un coche, disfrutar de un espectáculo, realizar una excursión o tomar algo en una terraza hará este año un agujero más grande en las cuentas. Quienes quieran refrescarse con una cerveza tendrán que aportar un 25,1% más que si se la hubieran tomado en agosto de 2019. Por un cóctel un 20,5% adicional y salir a disfrutar de un café o a bailar en alguna discoteca también cuesta un 19,2% más.
Los conciertos, otra de las actividades habituales y que para muchos son suficiente motivo para viajar a algún destino en particular si actúa allí su cantante o grupo favorito, también se han encarecido en estos años. Un 8,6% para ser exactos, igual que los cines o los teatros. Ni siquiera se librarán de pagar más los que tengan opciones de ocio más sencillas, como leer tranquilamente un libro desde la hamaca de la piscina. Las novelas son ahora un 10,9% más caras. Los más golosos tampoco se libran del recargo. Tomarse un helado en la playa es incluso de lo más que se ha encarecido. Hasta un 30,4% desde 2019.
Un suma y sigue que ha trastocado el presupuesto de muchos veraneantes. De media, cada persona gastará este verano 677 euros en sus vacaciones, de acuerdo con un informe del Observatorio Nacional de Turismo Emisor (Obsevatur). El desembolso supone 51 euros más respecto a 2023. La mayor parte de ese importe está destinado al alojamiento, a él se dedica un 33% del presupuesto. Un 24% se llevan los gastos asociados a las comidas durante el viaje, mientras que un 19% va a parar al transporte. Ya en un segundo nivel, por debajo del 20%, se sitúan las actividades de ocio y culturales que se realizan en el destino (11%) y las compras (10%).
Financiación
Cuatro de cada diez viajeros se muestra a favor de utilizar una forma de financiación para su viaje, en el caso de no poder pagarlo de otra manera. Una fórmula que se ha extendido entre los encuestados desde el año pasado.
Respecto a la antelación de las reservas, este informe revela que, lejos de lo que pudiera parecer, los jóvenes entre los 18 y 34 años son los más previsores a la hora de organizar sus viajes. Y la anticipación se va reduciendo a medida que avanza la edad de los encuestados.
Pero, ¿cuál es el mes preferido para disfrutar de unos días de merecido descanso? Esta misma encuesta evidencia que agosto sigue siendo el rey, pero pierde posiciones respecto a otros años. Un 38% de los españoles escoge el octavo mes del año para sus vacaciones, un porcentaje que baja por primera vez del 40%. Julio tiene una corte de seguidores fieles, un 29% lo han escogido como periodo de descanso laboral, un porcentaje que varía muy poco en el tiempo. El gran beneficiado por la estampida de agosto es, sin duda, septiembre, que escala cinco puntos respecto a 2023 y se sitúa ya en el 17%.
¿Por qué ocurre esto? Uno de los motivos puede ser precisamente huir de las subidas de precios. Agosto, mes vacacional de referencia, es también el periodo en el que más caro sale viajar. Por eso, aquellos que puedan escoger otros periodos vacacionales deciden cambiarlas a una fecha en la que los viajes sean más asequibles.
Lo cierto es que la desestacionalización de las vacaciones se está expandiendo. Un fenómeno que va más allá de la huida de los altos precios y que tiene múltiples aristas. Por un lado, la expansión del teletrabajo facilita el workation, un fenómeno que permite combinar las vacaciones con el trabajo. El aumento del número de hogares formados solo por adultos sin hijos también favorece la desestacionalización de los viajes, a no estar sujetos al calendario escolar. Por último, el cambio climático y sus efectos desalienta a muchos viajar en verano y prefieren optar por otras fechas, sobre todo si sus destinos suelen sufrir olas de calor.
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