En la mañana del jueves, Ucrania lanzó sobre el estrecho del Kerch una serie indeterminada de misiles Neptuno que dañaron las instalaciones del puerto de Kavkaz y hundieron el buque Conroe Trader. Se trata de un ataque importantísimo pues no sólo ha acabado con el único navío que hacía la ruta Moscú-Crimea con varios tanques de combustible a bordo, sino que ha vuelto a exponer las carencias rusas en materia anti-áérea. En el puerto de Kavaz desembarcan buena parte de las provisiones y las armas rusas que luego van, vía Mariúpol, al frente del Donbás.
Aparte de las connotaciones militares, todo ataque sobre Crimea en verano es un recordatorio a la ciudadanía rusa de que la guerra también va con ellos y de que su gobierno ni sabe ni puede defenderlos en condiciones. No lo está haciendo en Kursk, donde la supuesta superioridad aérea rusa está brillando por su ausencia, ni lo hace en el Kerch. Recordemos que los ataques sobre Crimea son esenciales para el general Oleksandr Syrskyi, jefe de las fuerzas militares ucranianas, por su componente simbólico y por el daño a las infraestructuras rusas y sus vías de suministro El puente del Kerch ha sido objeto a lo largo de estos dos años y medio de varios ataques, para desesperación del Pentágono, que nunca ha visto su utilidad.
Desde el punto de vista ruso, es difícil justificar un fracaso de este tamaño: sabiendo como sabe el alto mando que Crimea es un objetivo claro, el puerto de Kavkaz, debería ser una zona donde las defensas antiaéreas trabajaran sin descanso. No sabemos si es que también se han llevado las baterías al frente del Donbás o si simplemente el ataque les ha pillado por sorpresa, lo que se debería considerar una negligencia, teniendo en cuenta la duración del mismo y su devastador resultado.
Todo al frente del Donbás
Y es que, con todo, Rusia se niega a ceder la iniciativa en el frente Kupiansk-Toretsk. Tanto han repetido sus generales y propagandistas que el frente está a punto de derrumbarse que ahora no quieren soltar el bocado. La evidencia, sin embargo, va por otro lado: es cierto que Rusia está a las puertas de varios emplazamientos importantes, como pueden ser Vuhledar, Toretsk, Niu York o Chasiv Yar, pero, pese a su ventaja numérica y su mayor número de municiones, no consiguen romper la resistencia local.
Para hacerse una idea de lo que están siendo los avances rusos y colocarlos en perspectiva, hace cuatro meses que se plantaron a las puertas de Chasiv Yar, donde aún siguen, sin poder cruzar el canal que da acceso al centro de la ciudad. Una ciudad que, por otro lado, está a menos de 15 kilómetros de Bakhmut, conquistada por el Grupo Wagner en mayo del año pasado. En otras palabras, los rusos han avanzado algo más de 10 kilómetros en esa dirección en 15 meses. No da ni para un kilómetro al mes.
Algo parecido se puede decir de los progresos a partir de Avdiivka, la otra gran conquista rusa en el último año y pico de guerra. La ciudad vecina a Donetsk capital cayó en manos de los invasores en febrero de este año, es decir, hace poco más de seis meses. En aquel momento, se calificó su toma como un punto de inflexión y se temió, de nuevo, por una desbandada ucraniana. Desde entonces, Rusia ha conseguido avanzar hasta Hrodivka, lo que supone, con diferencia, el mayor éxito de las fuerzas de Gerasimov. Ahora bien, la distancia entre ambas ciudades es de menos de 40 kilómetros… y Hrodivka sigue bajo control local.
Una segunda ofensiva en Briansk
Comparar estos avances con los de la propia Ucrania en Kursk dejan en entredicho al ejército ruso. Es cierto que Rusia ha emprendido una guerra de conquista y que, por lo tanto, debe asentar tropas y organizar algo parecido a una administración allá por donde pasa. Eso toma tiempo. Lo de Ucrania en Kursk es, sobre todo, una maniobra de distracción y una demostración de poder. No hay intención alguna de anexionarse esos territorios y, en consecuencia, las distintas unidades pueden avanzar sin prestar mucha atención a lo que dejan atrás.
Con todo, hablamos de más de 3.000 kilómetros cuadrados de zona de influencia en menos de un mes. Y lo que puede estar por venir. A lo largo del jueves, fuentes rusas publicaron vídeos de enfrentamientos entre ambos ejércitos en la frontera de Ucrania con la región de Briansk, donde los ucranianos están intentando otra incursión. Hace tiempo que se venía hablando de la necesidad de abrir ese segundo frente en territorio ruso para ver si así Putin y Gerasimov mueven más tropas del frente ucraniano y se alivia la presión sobre las defensas. Parece que ha llegado el momento.
En cuanto a la ofensiva de Kursk como tal, lo que se está jugando ahora mismo es la posibilidad de embolsar a cientos de soldados rusos al este del río Seim. La situación apenas ha variado desde el pasado martes: los rusos están arrinconados entre la frontera con Ucrania y las tropas que han entrado en la provincia. Intentan montar puentes de pontones para huir… pero Ucrania se los derriba al instante con drones y bombardeos aéreos. Como tampoco parecen darse aún las circunstancias para lanzarse al ataque y capturar a los soldados enemigos como prisioneros de guerra, la cosa ha quedado en una calma tensa que puede durar días.
A falta de una respuesta militar contundente, Putin sí ha intentado jugar la baza de amenaza diplomática y lo ha hecho, como siempre, recurriendo al apocalipsis. Según el presidente ruso, Ucrania habría intentado atacar la central nuclear de Kurchátov, para lo que ha pedido la mediación inmediata del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Más allá de la poca credibilidad del Kremlin, lo cierto es que no parece buena idea provocar un incidente nuclear a 50 kilómetros de tu propia frontera. Con todo, el presidente de la OIEA, Rafael Mariano Grossi, aseguró este jueves que se tomaba con preocupación esta denuncia y anunciaba la visita en breve de una delegación.