Taiwán planea un gasto militar récord para el próximo año que desborda largamente su salud económica. La octava expansión consecutiva del presupuesto de Defensa responde a las solidificadas hostilidades en el estrecho de Formosa y alegrará a los que desde Washington animan a Taipei a armarse hasta los dientes. La medida, anunciada por el Gobierno, pasará por el Parlamento antes de ser aprobada.
Serán 20.250 millones de dólares. Es una cifra impresionante que exige las comparaciones con China para entenderla mejor. Taipei aumentará su presupuesto un 7,7% cuando su economía creció el pasado año apenas el 1,4%; China lo hará en un 7,2% con un crecimiento anual por encima del 5%. Taiwán destina a su Ejército ya el 2,45% de su PIB, por encima de las exigencias de la OTAN, y pretende alcanzar pronto el 3%; en China no supone más del 1,3%. En ese cuadro alertan Taipei y Washington del creciente militarismo chino.
«No entraremos en ninguna carrera armamentística con ningún país, seguiremos aumentándolo de forma constante y de acuerdo a nuestra necesidades», ha afirmado Hsieh Chi-hsien, alto cargo castrense. El último presupuesto continúa la senda del Partido Democrático Progresista (PDP), de raíz independentista, que en enero volvió a imponerse en las elecciones. Es improbable que sea tumbado por el Parlamento, a pesar de que el PDP perdió su mayoría en enero, porque ninguna formación quiere ser percibida como prochina.
La modernización y ampliación del Ejército es una de los vectores claves de la política nacional. El gasto en Defensa pasó de los 11.120 millones de dólares en 2016 a los 18.765 millones de dólares del pasado año. Con ese dineral ha sumado cazas, portaviones o misiles. Algunos llegan de la industria local y el grueso viene del escaparate estadounidense. A Taipei le urge, en vísperas de una hipotética victoria de Donald Trump, fortalecer la autodefensa. En otras palabras, comprarle más arsenal a Washington sin esperar a su heroico auxilio en una hipotética guerra. Nikki Haley, embajadora en la ONU durante el mandato de Trump, aplaudió en Taipei su aumento presupuestario. «Otras naciones libres deberían de aprender de ella, especialmente muchos aliados de Estados Unidos», afirmó esta semana.
Rencor de Trump
Ya sugirió Trump en la campaña electoral que su país funciona como una compañía de seguros y que de Taiwán no saca nada. Era una afirmación dudosa teniendo en cuenta las millonarias compras de armamento estadounidense que, paradójicamente, alcanzaron su cénit durante su mandato. Esa aproximación fenicia, tan alejada de los emocionantes compromisos por la democracia y libertad de Joe Biden, sugieren que su llegada acabaría con la sintonía actual. A Trump, de hecho, se le adivina cierto rencor a la isla en sus tercas y falsas acusaciones de que se ha quedado con el sector estadounidense de semiconductores. Taiwán sabe que vincular su supervivencia a las ventoleras e intereses geopolíticos de Washington es suicida así que, además de perfeccionar sus Fuerzas Armadas, ha tejido una tupida red de contactos internacionales.
Taipei justifica el desembolso en la agravada dinámica con Pekín. Las incursiones de barcos y aviones chinos más allá de la mediana, frontera oficiosa del estrecho, han pasado en los últimos años de excepcionales a rutinarias. La victoria reciente de Lai Ching-te, al que Pekín señala como separatista, ha empeorado el cuadro. La posibilidad de una guerra, sin embargo, es descartada por cualquier analista sensato. Tampoco la ven cercana los taiwaneses, ni siquiera en los momentos más fragorosos, pero muchos apoyan el gasto militar como efecto disuasorio. Una encuesta del Instituto de Investigación de Seguridad y Defensa Nacional sentaba que el 45% veía la partida actual como suficiente mientras el 55% apoyaba su aumento.