Todos los miembros del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE) apostaron a mediados de julio por mantener el tipo de interés de referencia de la zona euro en el 4,25% (y en el 3,75% la facilidad de depósito, el interés con que remunera el dinero que guarda a los bancos, el más relevante en el actual contexto). Sin embargo, una amplia mayoría también abogó por sopesar un nuevo recorte en su reunión del 12 de septiembre, adicional a la bajada de 0,25 puntos porcentuales aprobada en junio. «La reunión de septiembre fue vista ampliamente como un buen momento para reevaluar el nivel de restricción de la política monetaria», según recogen las actas del encuentro del pasado julio que la autoridad monetaria de la zona euro ha publicado este jueves.
Los consejeros, así, destacaron la importancia de no comprometerse de antemano con ninguna senda de bajada del precio oficial del dinero, ya que «el ritmo exacto en que la inflación volverá al objetivo (2% estable a medio plazo) sigue siendo incierto«. Sin embargo, también consideraron que era «importante poner un ojo» a la evolución de la actividad económica, que está dando crecientes signos de debilidad. La reunión de septiembre, concluyeron, «debe abordarse con la mente abierta«.
Olli Rehn, consejero del BCE en su condición de gobernador del banco central de Finlandia, ya se mostró partidario hace unos días de aprobar un nuevo recorte. «El reciente aumento de los riesgos de crecimiento negativo en la zona del euro ha reforzado los argumentos a favor de un recorte de los tipos en la próxima reunión de política monetaria del BCE en septiembre, siempre que la desinflación esté realmente en marcha», apuntó. De media, los analistas e inversores esperan dos bajadas de tipos de 0,25 puntos básicos en lo que resta de año.
Inflación y crecimiento
El consejo de BCE optó por mantener los tipos en julio debido a que las «presiones internas sobre los precios seguían siendo altas, la inflación de los servicios era elevada, y era probable que la inflación general se mantuviera por encima del objetivo hasta bien entrado 2025«. La autoridad monetaria, en esta línea, seguía estimando que la inflación de la zona euro fluctuará en torno a los niveles actuales (2,6% en julio) durante lo que resta de año, para bajar después hacia el objetivo del 2% en la segunda parte del próximo ejercicio y estabilizarse en esos niveles en 2026.
Sin embargo, tuvo también en cuenta que la información más reciente apuntaba a que la economía de la zona euro creció en el segundo trimestre menos que en el primero, con señales de debilidad en la producción industrial y en las exportaciones de bienes. Hubo consenso entre los consejeros en que las «perspectivas de crecimiento a corto plazo se habían deteriorado» y algunos de ellos expresaron su preocupación ante la posibilidad de que la «escasa actividad podría no ser solo de carácter temporal o cíclico». Argumentaron, así, que la caída de la competitividad de la industria y las exportaciones europeas provocada por el incremento de los costes energéticos en 2021 y 2022 podría dejar heridas permanentes que impidieran a la zona euro recuperar su cuota de mercado en el comercio mundial.
En resumen, «los datos más recientes revelaron que la inflación fue más persistente de lo previsto anteriormente, mientras que los indicadores de actividad (económica) habían decepcionado a la baja». Ante este escenario, el consejo del BCE decidió esperar hasta septiembre, cuando contará con más datos sobre la evolución de la economía, las condiciones de financiación y la inflación del segundo trimestre, además de con la revisión trimestral de las previsiones económicas que realizan sus economistas.