Nunca hasta ahora Kamala Harris había ofrecido un discurso más importante que el que este jueves daba en el United Center de Chicago para aceptar formalmente su nominación como candidata a la presidencia de Estados Unidos. Era una intervención que abre una nueva fase en la carrera electoral hacia el 5 de noviembre y en su duelo con Donald Trump. Y eran palabras fundamentales para que la actual vicepresidenta presentara su historia y su propuesta al país y, tras un mes extraordinario, culminara cuatro intensos días de convención que han constatado un momento de cambio y transformación del Partido Demócrata ahora que ella ha tomado el testigo del liderazgo de Joe Biden.
“No diría que antes no teníamos esperanza, pero Kamala Harris nos ha dado emoción y una nueva alegría y confianza en lo que el partido puede hacer por el país”, dice Regina Fuller White, una mujer negra de 36 años, doctora en sociología y experta en desarrollo y relaciones internacionales que forma parte de la delegación de Wisconsin, uno de los estados bisagra clave. “Este se siente como un momento que marca un antes y un después. Definitivamente, el Partido Demócrata ha renacido”.
Redefinir ideas como libertad y patriotismo
Ese renacimiento está alumbrando a una formación que, como se ha podido comprobar en los cuatro días de convención, ha encontrado nuevos caminos para reivindicarse ante el electorado como alternativa a Trump y los republicanos y, también, para plantar cara.
A lo largo de los numerosos discursos y entre los delegados en Chicago estos cuatro días se ha escuchado y visto a un partido que trata de reapoderarse de términos, ideas y símbolos sobre los que durante años los conservadores han conseguido asociar un halo de exclusividad, incluyendo la bandera o conceptos como “libertad” y patriotismo.
“Tenemos un nuevo vigor para hablar de nuestro patriotismo, de cómo nos sentimos respecto a las libertades o sobre nuestra democracia y no caer presas de la narrativa de que, de alguna manera, habíamos olvidado esas cosas”, explica Charles Watkins, delegado negro por Tennessee. “Nunca las olvidamos y la convención ha sacado al primer plano algo que teníamos dentro. Ahora todo el mundo puede ver que los demócratas amamos el país, la bandera, la libertad y la democracia”, asegura.
También Fuller White constata ese giro. Cuenta divertida como, en el desayuno este jueves de su delegación, un senador ha llegado a redefinir la idea de los demócratas como conservadores: “porque queremos conservar los derechos civiles, los reproductivos, los de voto…”. Y relata que la víspera ella se llevó del United Center uno de los carteles que reza “USA”. ”No es que tradicionalmente no hayamos sido patrióticos, pero no somos el tipo de gente que va con banderas. Nuestro patriotismo se veía como algo diferente. Pero está bien definir o redefinir qué es el partido y qué defendemos. Normalmente, éramos más reactivos, pero ahora estamos siendo más firmes y resueltos”, dice.
Divisiones y unidad
Aunque las divisiones entre corrientes en la formación persisten, en la convención los demócratas han mostrado mayoritariamente un frente unido. Y pese a que la guerra de Gaza y el apoyo a Israel han expuesto una de las mayores fracturas actuales, tanto por las protestas en las calles como por las reclamaciones de delegados a gestos y posturas de Harris que apunten a un cambio respecto a la política de Biden, el partido sale con una imagen de unidad reforzada, abrazando su diversidad pero también sus valores fundacionales comunes.
“El último mes ha sido una experiencia unificadora asombrosa”, asegura Frank Sachs, un jubilado que es delegado de Minnesota y que durante 40 años fue profesor de derecho constitucional y gobierno. “Los padres fundadores del país pusieron en la Constitución una característica que reflejaba la república romana: la virtud cívica como meta. Y los demócratas estamos reivindicando que perseguimos el bien común, que representamos valores familiares, valores de los trabajadores, libertad de oportunidades e igualdad”.
“Nuestra apuesta es sobre nosotros, no sobre el yo, mi, me conmigo de Trump y los republicanos, como dijo Bill Clinton el miércoles”, continuaba Sachs. “Nos importa la gente mientras que a los republicanos les importan los individuos y la adquisición individual de riqueza, a menudo a costa de la mayoría”.
El humor y la burla como arma
Los demócratas han demostrado también a lo largo de los últimos cuatro días haber descubierto cómo usar el humor como herramienta para enfrentarse a Trump. A la vez que con gravedad se ha recordado su oscura agenda o los retos a la democracia que elevó con su lucha contra los resultados legales del 2020 se ha hecho también espacio a la burla y la mofa y a dardos llenos de ironía, Tim Walz, el candidato a vicepresidente, volvió a usar en su discurso el miércoles el término “raros” que ha logrado convertir en fenómeno. Aunque el máximo exponente de la nueva estrategia fue, posiblemente, el gesto sugiriendo una obsesión del republicano con el tamaño de una parte de su anatomía que hizo el expresidente Barack Obama durante su discurso el martes.
El partido, con Harris, se ha entregado no solo a una candidata que definen como “inteligente”, “elocuente”, “capacitada”, “cualificada” y “preparada”, sino también a la esperanza de «una presidencia de la alegría«. Se repite la idea de la candidata como “una guerrera feliz”, como le definió su marido, Doug Emhoff, y como y la alaban también muchos delegados. Y aunque todos son conscientes de que se avecina “una dura batalla” en los dos próximos meses y una campaña que bajará al barro y advierten contra entregarse a la complacencia, también viven el momento con un entusiasmo que no se recordaba desde al menos 2008.
“Es como el surf”, dice Watkins, el delegado de Tennessee. “Estás en el agua esperando a que llegue la ola. Y la ola ha llegado y la hemos cogido. Solo tenemos que asegurarnos de que la cabalgamos hasta la victoria. Es ahora cuando empieza el trabajo”.