Mi bisabuela se llamaba María y era de un pequeño pueblo aragonés. Recuerdo que siempre me contaban una historia que la mujer repetía y que había sucedido durante la fiesta mayor de su localidad. Alguien soltó un cohete y el alguacil preguntó quién había sido. “El Marujo”, dijeron. Al Marujo, en una época en la que la gente se burlaba y no respetaba a las personas con discapacidad, lo identificaban salvajemente como al ‘tonto’ del pueblo. “¡A la mazmorra!”, chilló el alguacil. Instantes después se soltó otro cohete. “¿Quién lo ha tirado?”, volvió a preguntar el agente de la ley y el orden. “El hijo del alcalde”, respondió un vecino. “Muy bien tirado”, sugirió la autoridad. Era una época de caciques, que afortunadamente ha pasado a mejor vida.

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