El factor clave de la polarización social son las emociones y la identidad, por lo que la migración, la religión y los derechos LGBTQ+ dominan sobre las cuestiones económicas, según un nuevo estudio. Esta polarización afectiva se nutre de campañas negativas que desarman a los poderes y normas democráticas. Pero hay 25 medidas que se pueden aplicar para recuperar el sentido común en la política.
El factor clave de la polarización social que caracteriza a las sociedades democráticas, ya sean bipartidistas o no, tiene que ver más con las emociones y la identidad que con las posiciones políticas, un fenómeno conocido como “polarización afectiva”, mediante el cual los vínculos emocionales e identitarios de las personas con sus grupos políticos alimentan la hostilidad hacia la oposición.
La polarización afectiva puede definirse como la presencia simultánea de afinidad hacia el propio partido y los compañeros partidarios (grupo interno) y hostilidad hacia partidos políticos opuestos o compatriotas con identidades políticas opuestas (grupo externo), según se explica en un artículo publicado en Frontiers y liderado por Mariano Torcal, del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Todavía no se sabe si se trata de un fenómeno tribalista expresivo, inducido por las identidades políticas y sociales (y su superposición mutua), o si es más bien una reacción racional a los desacuerdos sobre políticas, pero se cree que ambas interpretaciones son relevantes para explicar la polarización afectiva, según los autores de este estudio.
Se ha comprobado, sin embargo, que en los países donde la etnicidad es más destacada en la política, el nivel de polarización afectiva es mayor, incluso cuando se controla la polarización ideológica, añaden.
Redes sociales
Otro estudio publicado en Nature en junio pasado demostró que la polarización afectiva se generaliza más allá de la dicotomía dentro/fuera del grupo y puede considerarse una propiedad estructural de las redes sociales, aunque eso no significa, necesariamente, que sea determinante en los comportamientos, como demostró otro estudio sobre las elecciones en España de 2019.
El hecho cierto es que la polarización afectiva está creciendo aceleradamente tanto en Estados Unidos como en otros países, especialmente en Europa central y oriental y Europa meridional.
Al igual que en Estados Unidos, el odio entre votantes en Europa no está necesariamente relacionado con divisiones políticas, según un estudio publicado en 2019 en la revista ECPR.
Pero el vínculo entre ambos factores parece ser más fuerte en democracias occidentales estructuradas con claros espectros de izquierda-derecha, como Alemania y Suecia, mientras que, en países más pobres y menos estables, como Bulgaria y Montenegro, cuestiones como la corrupción y la incompetencia percibida podrían ser más propensas a impulsar el odio que las divisiones políticas, sugiere el estudio ECPR.
Otro estudio publicado en 2022 en la British Journal of Political Science, ha establecido por su parte que, desde mediados de los años 90, el enfado de la gente por los desacuerdos políticos en cuestiones como la migración, la religión y los derechos LGBTQ+ se ha intensificado más que el desacuerdo sobre cuestiones económicas, lo que confirma que polarización actual tiene mucho que ver con la identidad y la emoción.
Campañas negativas
La revista knowable llama la atención sobre este otro factor: la polarización afectiva también se ve alimentada por las campañas negativas que se han convertido en un elemento básico de la comunicación electoral moderna. Está demostrado que los ataques entre los líderes políticos exacerban la polarización afectiva y que provocan una espiral tóxica.
En este contexto, los legisladores quedan paralizados, los poderes judiciales se llenan de leales y se erosionan las normas democráticas (justo lo que estamos viviendo en España). Y esto tiene consecuencias: a la crisis de confianza institucional se suma una crisis de confianza interpersonal.
Los conciudadanos se reducen a enemigos odiados con fines maliciosos; la civilidad es reemplazada por la hostilidad a medida que el discurso público se deteriora, todo ello mientras se amplía la puerta para los líderes populistas que explotan nuestras emociones difundiendo retórica divisiva e ideologías extremistas, sentencia knowable.
Medidas correctoras comprobadas
Claro, todo esto no nos puede hacer olvidar la otra cara de la moneda: todo lo que provoca la polarización afectiva es un circo mediático montado en torno a argumentos falaces que se pueden desmontar con hasta 25 medidas ya comprobadas que disminuyen la animosidad partidista.
Entre estas estrategias eficaces figuran valorar las similitudes políticas entre partidos rivales, proporcionar razones comprensibles para las identidades partidistas, y reducir la percepción de amenaza electoral del partido contrario, sin olvidar por ello la importancia de destacar la ineficacia de las protestas violentas.
Eso significa, según este estudio, que intervenciones mínimas pueden tener impactos significativos. Y en este campo todos podemos aportar algo para que nuestra democracia recupere el sentido común.
Referencia
Affective Polarisation in Comparative Perspective. Mariano Torcal et al. Frontiers in Political Science, Volumen 5 – 2023. DOI:https://doi.org/10.3389/fpos.2023.1112238