«El niño no estaba bien desde hace mucho; en el colegio, en Primaria, ya le clavó un lápiz a otro compañero. Tenía un profesor de refuerzo por sus problemas, pero cuando los padres se divorciaron, los niños se fueron a vivir a Madrid con ella y solo venían de vez en cuando. Ni él ni su hermano tenían amigos… el padre tampoco está bien. En pandemia se metía con nosotros por vacunarnos. Nos decía que éramos asesinos». Así define una madre de Mocejón a J.P., el joven de 20 años detenido por presuntamente asesinar con un arma blanca a Mateo, un niño de 11 años que jugaba al fútbol con unos amigos en el polideportivo del pueblo.
Cunde la sensación en Mocejón de que el crimen se podría haber evitado, que todo el mundo sabía que «esa familia no está bien». «La abuela del niño lo lleva tapando toda la vida, pero el chico tiene una enfermedad, hubo una vez que apareció desorientado en una discoteca del pueblo», comentaba otra vecina sobre el detenido, que tendría, según su padre, un 70% de discapacidad psíquica.
«El padre no está bien tampoco»
«Tenía que estar en un centro medicado. Si te rompes una pierna vas a que te escayolen, ¿no?», se pregunta la vecina, «pues esto es igual». «Era un chaval que no se relacionaba con nadie. Yo, fíjate, soy de su misma edad y nunca lo veía cuando venía», comentaba otro veinteañero mientras pasaba frente el Ayuntamiento, que este martes seguía luciendo un crespón negro en la fachada en señal de luto. Este miércoles se celebrará el entierro del niño, al que se espera que acuda todo el pueblo.
La familia del detenido no pasaba desapercibida en el pueblo, donde al padre se le apoda como «Fernando el loco». «El hombre tiene cierto nivel cultural, pero no está bien tampoco». Ayer, al llegar a casa de los abuelos del presunto homicida, el padre salía en defensa de su hijo ante la prensa. «No ha dado problemas nunca, no lo han tratado con amor», dijo el hombre mientras señalaba su vehículo, donde alguien había rayado en el capó la palabra «asesino».
«Si le hubiérais sabido dar amor y no acosarle cuando le veis y tratarle de ‘tonto loco tonto loco’ ahora todos seríais niños felices y no subnormales amancebados y en extinción, que es lo que sois todos, dáis vergüenza», decía el padre, que trabaja de vigilante de seguridad y al que algunos vecinos dicen tener «miedo», por eso evitan dar el nombre al hablar de la familia.
Sobre el chico, en el pueblo no se tiene ningún recuerdo de violencia. «El problema es el padre, ha dado siempre mal rollo», comentaba otra vecina, que recordaba haber visto el año pasado a Fernando con sus hijos -J.P. tiene otro hermano de 16 años- en la piscina de Magán, un pueblo cercano, y le sorprendió «que les sacaba de la piscina como niños pequeños».
Iban los domingos a misa
Era común ver a Fernando y sus dos hijos en la iglesia del pueblo. De hecho, tal como reveló El Periódico de España, el día del crimen, el presunto agresor acudió a misa con su padre dos horas después del asesinato. «Era un chico muy inquieto, siempre estaba moviéndose, pellizcándose, pero ese día estaba más inquieto de lo normal», recuerda una persona que estuvo en esa misa, en la que el párroco pidió rezar por el niño asesinado y su familia. De la madre del detenido nadie sabe nada desde que se divorció de Fernando hace más de diez años.
A la espera de que se levante el secreto de sumario, los vecinos especulan sobre si el presunto asesino acudió al polideportivo buscando a alguien en concreto. «Dicen que alguien le dio un balonazo y se la tenía guardada», era un comentario muy repetido entre los vecinos, y que adquiría pequeñas variaciones dependiendo de a quién se le preguntara.
Se coló por un hueco de la valla
Lo cierto es que sobre las 10 de la mañana, tras entrar por un hueco de una valla del polideportivo, J.P., que blandía un arma blanca y tenía la cara tapada con una camiseta, se dirigió hacia los dos grupos de chavales que estaban jugando. Primero encaró a los más mayores, pero luego se fue a por los más pequeños, Mateo y sus dos amigos, que consiguieron escapar encaramándose al tejado de un chiringuito cerca del campo de fútbol. Se ayudaron para subir con las cajas de botellas de cristal del establecimiento.
Según testigos presenciales, el presunto asesino se fue por donde había venido y se desplazó a casa de sus abuelos, donde le recogió su padre para ir a misa. Ayer la Guardia Civil seguía buscando el arma homicida, que el arrestado aseguró que había lanzado a una acequia, pero no se ha podido encontrar. Los agentes cerraron la zona de búsqueda a las inmediaciones del polideportivo, donde desde antesdeayer amigos y conocidos de Mateo instalaron un altar en su homenaje. «Se va a hacer difícil vivir sin ti. Iré a verte todos los días», se podía leer en uno de los mensajes.