Somos cada vez más viejos pero el inicio liguero nos reconecta con la sensación de volver a ser niños ante el álbum de cromos. Probablemente, ambas cosas sean verdad. Las cuatro estaciones introducen en nuestra vida la idea de los ciclos que se repiten, un poco igual que una escalera de caracol. Sin embargo, en paralelo, nuestro tiempo de vida avanza siguiendo una linealidad de sentido único, hacia una degeneración irreversible. En el fondo, vivimos entre una temporalidad cíclica, que nos convierte en niños inocentes con cada inicio de Liga, y otra lineal, que nos vuelve más cínicos y descreídos. Esa dicotomía explica nuestro sentido como aficionados al fútbol, como los niños viejos que somos.

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