En la fiesta de los demócratas en Chicago hay un invitado incómodo. En realidad son muchos más, decenas de miles de estadounidenses que viven en la ‘ciudad del viento’ o han llegado desde otras esquinas del país para recordar desde las calles a Kamala Harris y a todo el partido que el río de indignación y descontento por la guerra en Gaza y el apoyo de Washington a Israel que fluía cuando el presidente Joe Biden era el candidato para medirse a Donald Trump en las elecciones de noviembre y que se derramó en las protestas en los campus puede haber reducido algo su caudal, pero ni mucho menos se ha secado con el paso del testigo a la vicepresidenta.

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