Aun admitiendo que la vida –estos tiempos parecen confirmarlo– podría estar abocada a convertirse en una vacua sucesión de intrascendentes espectáculos carentes de sentido, neguémonos a aceptarlo. Sí, y neguémonos también a aceptar otro de los axiomas del pope situacionista Debord: aquel que afirma que, cuanto más se contempla, menos se vive. No, quizá la cuestión no radique tanto en el hecho de contemplar o aceptar reconocerse en las imágenes dominantes haciendo así cada vez más incomprensible la propia existencia y el propio deseo, como en replantearnos la mirada. Neguémonos. Volvamos más crítica la mirada. Seleccionemos los estímulos que estamos dispuestos a compartir, no con los otros, pues eso sería aceptar tácitos el espectáculo y someternos a representar un papel en el juego que se nos adjudicó sin nuestra previa aprobación, sino con nosotros mismos, con el reservorio que determina nuestra memoria. 

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