Poco más de dos meses han transcurrido desde que Julián Calero, en su primera puesta en escena como entrenador del Levante, insistiera en que a este club, de una vez por todas, le irá bien. No es sencillo predicarlo y, ni mucho menos, predecirlo cuando el fútbol, capaz de cumplir infinidad de sueños, propinó en Orriols las peores pesadillas. El paso del tiempo, no obstante, cura las heridas, mientras que su transcurso sirve para despertar ilusiones enterradas. Fue el primer encuentro de la temporada, aún queda un mundo tanto por recorrer como por descubrir, pero el Levante quiere que todo le vaya bien en su nueva andadura en Segunda División. Lo demostró a las primeras de cambio y asaltando El Molinón, uno de los estadios más imponentes de la categoría de plata, gracias a los goles de Carlos Álvarez y Kochorashivili. No fue sencillo. De hecho, costó un esfuerzo mayúsculo, pero los pupilos de Julián Calero ya tienen sus primeros tres puntos del curso. La mejor manera de comenzar una temporada en la que todo tiene que salir bien. De una vez por todas.
Nadie cumple sus objetivos en el primer partido de liga. Ni mucho menos, asciende a los cielos del fútbol español. Sin embargo, el Levante puso la primera piedra contra el Sporting de Gijón. A pesar de ello, pareció que su nueva andadura iba a dar sus primeros coletazos con los vicios y la tendencia de las anteriores, cuando Jonathan Dubasin, a las primeras de cambio, batió a Andrés Fernández con un sutil disparo con el exterior. No obstante, el extremo inició su desmarque en fuera de juego. Tras caer en las últimas semifinales de promoción de ascenso a Primera, el Sporting de Gijón se postuló como un hueso duro de roer, aunque el Levante no quiso empequeñecerse en un escenario de mucho prestigio. Instantes después del susto, Carlos Álvarez, en la frontal del área, armó un disparo con su pierna izquierda que se marchó rozando el palo de Yáñez. Pese a ello, en el 14’, se entrometió en un lanzamiento de Andrés García para desviar el esférico, engañar al meta sportinguista y colocar en el marcador el primero de la tarde.
Los minutos iniciales fueron a pedir de boca, ya que el Levante se puso por delante mientras ambos equipos tantearon sus sensaciones sobre el terreno de juego de El Molinón. El Sporting, a pesar del mazazo, asumió las riendas de la posesión a costa de un adversario que, pese a no tener el dominio, se sintió cómodo sobre el césped. Ganando duelos, sintiéndose fuerte en el balón dividido y con una personalidad que transmitía tranquilidad. Así, consiguió doblar su ventaja en el luminoso a poco del descanso. No fue mediante una jugada elaborada, sino tirando de una picardía que nació de las botas de Kochorashvili. El georgiano, uno de los nombres del mercado, aprovechó una pelota parada para ejecutar un lanzamiento al primer palo que se coló en el fondo de las mallas. Amagó con centrar y, detectando el movimiento de Rubén Yáñez, disparó para desatar la locura en el fondo visitante de El Molinón. Quién sabe cuántos partidos le quedan al canterano con la camiseta levantinista debido al cartel que atesora y a los intereses que acumula, pero, dure hasta donde dure, Orriols disfrutará de la entrega de un futbolista que no negocia esfuerzos, tal y como demostró con su actuación frente a los de Rubén Albés.
El paso por vestuarios sirvió para bajar las pulsaciones de una primera parte en la que el Levante fue más resolutivo que su rival. Por ello, el Sporting, consciente del escenario y de la desventaja, dio un paso al frente en la segunda mitad, arrinconó a los levantinistas y buscó un gol que terminó llegando a tierras asturianas. Transcurridos diez minutos, Otero avisó de las intenciones locales con un disparo que se marchó lejos de la portería de Andrés Fernández, mientras que Gaspar mandó por encima del larguero un disparo desde lejos. Sin embargo, el encargado de levantar un Molinón que vivió enrabietado por la puesta en escena de los suyos fue el mismo al que le anularon un tanto a los dos minutos del pitido inicial. Jonathan Dubasin cazó con la cabeza un centro medido de Cote desde la izquierda para demostrarle al Levante que la escalada hacia los tres puntos no iba a ser sencillo. De hecho, Julián Calero lo detectó rápidamente: metió a Algobia por Carlos Álvarez y, transcurridos quince minutos, mandó a Cabello a la izquierda para fortalecer la defensa con Dela. Tocó resistir y, entre medias, Iván Romero exigió a Rubén Yáñez con un lanzamiento desde la frontal. No obsante, la resistencia no estuvo exenta de sufrimiento. En el descuento, Queipo, prácticamente solo, remató con la testa un balón que, por fortuna, no cogió portería. Tocó padecer en los últimos minutos, pero los triunfos también se consiguen sufriendo. El Levante ganó y lo hizo imprimiendo su sello: a base de corazón, casta y coraje. Nadie sabe lo que deparará el futuro, pero los de Calero se dejarán la piel para que todo les vaya bien.