Los senadores de Pensilvania han expresado su rechazo a un referéndum que se votará en noviembre en Pittsburgh, el cual prohibiría a la ciudad hacer negocios con empresas que tengan vínculos comerciales con Israel. John Fetterman lo calificó como un “acto de antisemitismo absoluto”, mientras que Bob Casey señaló que el referéndum “ataca directamente a la comunidad judía de Pittsburgh”.

La Federación Judía local, junto con rabinos y cantores, ha presentado una demanda formal en un esfuerzo por anular el referéndum. La primera audiencia judicial está programada para el lunes, aunque se espera que el recurso sea atendido en alguna instancia posterior. También el interventor de la ciudad ha interpuesto un recurso por separado.

Laura Cherner, directora del Consejo de Relaciones con la Comunidad Judía de Pittsburgh, expresó la urgencia de actuar: “Estamos en una posición donde, si no lo hacemos nosotros, nadie más lo hará”. Cherner subrayó que, a pesar de que el referéndum afecta mayormente a la comunidad judía, no se ha visto a otros grupos tomando medidas al respecto.

El referéndum es parte de un movimiento más amplio de activistas que buscan influir en las relaciones entre Estados Unidos e Israel a nivel local. Este tipo de iniciativas han ganado tracción en otras ciudades, como Durham, Carolina del Norte, donde se aprobó una prohibición para que la policía local entrene en Israel. Sin embargo, Pittsburgh sería la primera ciudad en llevar una medida de boicot a Israel a votación pública, lo que ha generado gran controversia.

La situación se ha complicado aún más tras la renuncia de María Montaño, jefa de comunicaciones de la alcaldesa de Pittsburgh, quien admitió haber firmado la petición para el referéndum. El grupo impulsor de la iniciativa, No War Crimes On Our Dime, criticó las demandas judiciales argumentando que intentan “impedir que los votantes decidan” y aseguraron contar con amplio apoyo popular.

Ben Case, portavoz de la campaña, afirmó que si el referéndum es eliminado de la boleta electoral, buscarán otras formas de hacer oír su voz. El referéndum propone agregar una cláusula a la carta de la ciudad que prohibiría la inversión o asignación de fondos públicos a empresas que tengan operaciones en Israel, hasta que este país cese su acción militar en Gaza, permita la asistencia humanitaria y conceda igualdad de derechos a todas las personas en los territorios bajo su control.

Las demandas legales argumentan que la petición para incluir el referéndum en la boleta no alcanzó el número requerido de firmas válidas, y que la medida violaría la ley estatal que prohíbe a los gobiernos locales boicotear a Israel. No obstante, los promotores del referéndum rechazan esta interpretación, indicando que la propuesta no exige un boicot incondicional.

Jeff Finkelstein, director ejecutivo de la Federación Judía del Gran Pittsburgh, criticó el proceso de recolección de firmas, argumentando que fue engañoso en algunos casos. Finkelstein también indicó que la federación y grupos pro-Israel revisaron las firmas de manera exhaustiva, encontrando que más de 10,000 de ellas no eran válidas, lo que dejaría al referéndum por debajo del requisito para ser incluido en la votación.

El referéndum también ha enfrentado críticas de Rachael Heisler, contralora de la ciudad, quien señaló que su aprobación podría obstaculizar servicios esenciales, debido a que muchos contratos de Pittsburgh son con empresas que tienen relaciones comerciales con Israel.

Heisler, una demócrata no judía, ha sido una firme opositora del antisemitismo y ha sugerido que las críticas al gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, podrían estar motivadas por prejuicios religiosos. La controversia también se enmarca en un contexto de tensiones recientes, después de que edificios judíos en Pittsburgh fueran objeto de pintadas antisemitas y propalestinas.

La disputa sobre el referéndum se produce tras otro incidente este año, cuando un contratista fue acusado de intimidación étnica al desechar una bandera israelí. Además, el grupo que promueve el referéndum cuenta con apoyo financiero del capítulo local de los Socialistas Demócratas de América, y rechaza las acusaciones de antisemitismo, afirmando que muchos de sus miembros son judíos.

Ben Case, en declaraciones recientes, defendió el derecho de los ciudadanos de Pittsburgh a decidir sobre las políticas de su ciudad, argumentando que la legislación estatal está desconectada de las realidades locales y que el voto democrático directo debería prevalecer.

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