La aplicación del fuera de juego semiautomático en la Liga española ha tardado una jornada en generar la primera polémica. En el Celta-Alavés se anuló un gol a Iago Aspas por una milimétrica situación antirreglamentaria de Douvikas, ‘descubierta’ por la tecnología ante la imposibilidad de ser detectada por el ojo humano.

¿Era fuera de juego del jugador griego del Celta? Dando por hecho que la tecnología se aplicó correctamente, sí: reglamento en mano, estaba más adelantado que el último defensa del Alavés. Y ahí debe acabar el debate.

Abundar en si la situación le daba ventaja o no es alimentar a la bestia. La línea, en el fuera de juego, es clara: hasta aquí es posición reglamentaria y a partir de ahí, no. Y no hay más discusión. Quienes defienden que habría que flexibilizar la norma, dando un ‘cierto margen’, no caen en la cuenta de que quien superase ese margen por unos escasos milímetros acabaría también protestando por la anulación de un gol por esa mínima distancia. Y volveríamos a estar en las mismas.

Dicho esto, el día que se anule un gol a uno de los ‘grandes’ de nuestra Liga porque la punta de la bota de un delantero está más allá de la línea que marca el último defensa rival tendremos lío durante quince días. Como mínimo, Y si la situación se da en un Clásico… Bueno, mejor no imaginemos.



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