Por las carreteras en las que entrenaba el gran Joaquim Agostinho pasará este sábado la contrarreloj que sirve de estreno a la Vuelta, algo enorme para el ciclismo portugués y para unos aficionados locales algo apagados y refugiados en sus casas por el agobiante calor que castiga a Lisboa invadida por los turistas. En el centro de la ciudad, entre raíles de viejos tranvías, parece que no viva nadie que hable portugués.

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