Mientras países como Portugal o el Reino Unido ya han presentado las conclusiones sobre los efectos de reducir la jornada laboral de cinco a cuatro días a la semana, España todavía no ha iniciado su propio programa piloto. Si bien las bases de la orden del Ministerio de Industria -departamento encargado de gestionar esta iniciativa- indicaban que en octubre del 2023 el experimento arrancaría y las 41 empresas que voluntariamente se apuntaron empezarían a trabajar cuatro días a la semana manteniendo las plantillas el mismo sueldo, a día de hoy el experimento sigue congelado.
«Es una vergüenza, creamos unas expectativas a nuestros trabajadores que luego no hemos podido cumplir. Y ni siquiera nos han dado una explicación o nos han informado si el programa empezará algún día o si ya lo dan por descartado”, afirma en conversación con El Periódico Joan García, gerente de Publiservei, una imprenta que figura entre las 41 pymes del sector industrial que se presentaron y fueron aceptadas para participar del programa piloto. Este concedía hasta 200.000 euros en subvenciones públicas para compensar el previsible aumento de gastos que implicaría a las compañías seguir pagando lo mismo a sus trabajadores por menos horas a la semana.
Las empresas participantes debían presentar un plan de viabilidad y reorganización para acreditar que podrían sostener el pasar de cinco a cuatro días de trabajo a la semana. La ayuda pública estaba pensada para compensar parte de los gastos, pero las compañías se comprometían a aguantar un mínimo de dos años la reducción y hacer los cambios internos necesarios, en aras de ganar productividad, para sostener el nuevo modelo más allá de lo que durara la subvención.
Publiservei, al igual que el resto de 40 compañías aceptadas para el piloto, hicieron ese trabajo previo de planificación, pero la Administración no les ha correspondido y llevan 10 meses esperando. “Te hacen quedar como un fantoche, porque tu has vendido ante tus trabajadores y en los medios que vas a reducir la jornada laboral a cuatro días a la semana y no he podido cumplir”, afirma García. EL PERIÓDICO fue el primer medio que en su día contactó con esta imprenta para conocer su voluntad de participar en el piloto.
«Yo sigo creyendo en que debemos reducir la jornada, es el futuro y debemos avanzarnos. Si al final el programa tira adelante participaremos, sin duda”, reitera. El problema es que desde el Ministerio de Industria no tienen claro si acabarán activando el programa. El asociacionismo empresarial criticó el exceso de burocracia y requerimientos que exigía el Ministerio para participar y ello se acabó plasmando en un escaso número de voluntarios. De los 10 millones presupuestados, el Gobierno no hubiera gastado más de tres millones de haberse iniciado el programa.
De momento, en España el único experimento público que se ha efectuado sobre la semana laboral de cuatro días fue el efectuado por el exalcalde de València Joan Ribó, que en abril de 2023 reubicó algunos festivos y logró que durante un mes entero todos los lunes fueran feriados. El 65% de los valencianos le dieron un notable alto a la experiencia.
Un pacto pendiente desde 2021
La iniciativa del programa piloto de los 4 días nació ya torcida. Su germen está en un ‘intercambio de cromos’ entre Más País y el PSOE. Los de Íñigo Errejón -hoy integrados en Sumar- dieron apoyo a los Presupuestos Generales del Estado de 2021 a cambio de esa partida de 10 millones de euros para testear la semana laboral de cuatro días. La iniciativa cayó en el Ministerio de Industria, que nunca vio como suya la medida y la encajó más como una obligación. Desde enero del 2021, cuando se anunció el pacto, hasta hoy han sido tres los ministros que han pasado por la cartera de Industria –Reyes Maroto, Héctor Gómez y, el actual, Jordi Hereu– y el piloto todavía no ha arrancado.
Otros países que sí han materializado sus experimentos, como la vecina Portugal, han acreditado que trabajar menos y cobrar lo mismo es posible en determinados casos. Con cambios internos, ahorro de tiempo de determinadas tareas, integración de nuevas tecnologías y, en ciertos casos, nuevas contrataciones, las compañías pueden mantener la rentabilidad y dotar de más calidad de vida a sus empleados, especialmente en cuanto a salud mental. En el caso portugués, en el que también participaron 41 empresas, el número de trabajadores con ansiedad o estrés cayó un 35%.
Otro informe internacional publicado al respecto, el primero que recogió una experiencia simultánea en diferentes países, midió las experiencias de 33 empresas y 906 trabajadores de Reino Unido, Estados Unidos, Australia, Irlanda, Nueva Zelanda y Canadá. Algunas de sus conclusiones fueron que el absentismo se reduce en un 30%, el número de trabajadores que dicen sufrir ‘burnout‘ baja un 67% y se reduce en una hora de media a la semana el tiempo que pasa cada empleado de media en desplazamientos del trabajo a casa o de casa al trabajo.
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