El ambicioso proyecto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos para desarrollar un avión de guerra de sexta generación, parte del programa de Dominio Aéreo de Próxima Generación (NGAD), ha generado escepticismo debido a sus elevados costos y la incertidumbre sobre su necesidad.

En julio, Frank Kendall, secretario de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, expresó que estaba “razonablemente seguro” de que el avión propuesto contará con tripulación. Kendall también mencionó a Breaking Defense que será necesario “revisar incluso los requisitos más básicos” para el caza NGAD, sugiriendo que podría haber ajustes significativos en su diseño.

Pese a las dudas, declaraciones anteriores de junio por parte de altos mandos de la Fuerza Aérea indicaban que la adjudicación del contrato para el avión NGAD se realizaría este mismo año. Sin embargo, este objetivo parece cada vez más lejano, ya que incluso el Congreso, que tradicionalmente aprueba los costosos proyectos de la Fuerza Aérea, ahora se muestra reticente a financiar el programa.

En realidad, la necesidad de un avión de sexta generación es cuestionable, ya que los aviones de guerra de cuarta y quinta generación, como el F-22 Raptor y el F-35 Lightning II, ya superan en capacidad a la mayoría de las aeronaves de los rivales estadounidenses. Estos aviones son líderes indiscutibles en combate aéreo y seguirán siéndolo durante décadas.

NGAD

La insistencia de la Fuerza Aérea en desarrollar una nueva generación de aviones, sumamente experimental y costosa, es vista por algunos como innecesaria, especialmente en un contexto económico difícil. Estados Unidos no está en condiciones de permitirse tales experimentaciones costosas.

Los comentarios de Kendall han llamado la atención, ya que se había especulado con la posibilidad de que la Fuerza Aérea abandonara la idea de aviones tripulados en el programa NGAD, optando en su lugar por mantener el desarrollo de vehículos aéreos no tripulados (UAV) que apoyarían a estos cazas. Este “compañero leal” no tripulado cumpliría funciones similares a las de un avión tripulado de apoyo en combate, con la ventaja de ser más económico.

La lógica detrás de esta opción era que, si el Congreso decidía recortar la financiación del programa NGAD, al menos una parte del proyecto podría materializarse. Sin embargo, las declaraciones de Kendall parecen cambiar esta perspectiva, ya que como secretario de la Fuerza Aérea, está decidido a avanzar con el desarrollo del avión de sexta generación, aunque eso implique reducir su tamaño para hacerlo más asequible.

En resumen, la Fuerza Aérea parece dispuesta a renunciar a la idea de un avión de sexta generación de última generación y en su lugar, buscará construir un avión que se asemeje más a una versión mejorada de los modelos actuales, como el F-22 o el F-35. No obstante, considerando el costo de unos 300 millones de dólares por avión, algunos cuestionan si una versión ligeramente modificada de estos aviones justifica tal gasto.

Por una fracción del costo, esos recursos podrían destinarse a otros sistemas que la Fuerza Aérea necesita con mayor urgencia. El desarrollo del avión de sexta generación, tal como fue concebido originalmente, probablemente nunca verá la luz. Y si lo hace, podría ser sin tripulación o simplemente una versión mejorada de los cazas actuales, lo que no compensaría el tiempo, recursos y dinero invertidos en el programa NGAD.

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