Eran las 17.30 horas de uno de los días más tórridos que pareció París en todos los Juegos Olímpicos. El sol azotaba en la parte más exterior del recinto de La Concordia en el que se instaló la pista del baloncesto 3×3, solo cubierta con una carpa en su zona más central. Pau Gasol y Jorge Garbajosa, mitos sobre el parqué y ahora dirigentes deportivos (uno pertenece a la comisión de atletas del COI y el otro preside la FIBA Europa), ocupaban asientos en primera fila junto a otras personalidades, como el presidente del COE, Alejandro Blanco, la presidenta de la Federación Española de Baloncesto, Elisa Aguilar, y la ministra de Educación y Deporte, Pilar Alegría. Una silla, en posición de máximo privilegio, permanecía vacante hasta que escasos minutos antes de empezar la semifinal entre España y EEUU fue ocupada por quien debía hacerlo: el rey Felipe VI.

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