Mikel Landa camina con paso firme por los salones del hotel que ocupa en Lisboa, a las afueras de la ciudad, como todo lo relacionado con la Vuelta a España. El centro de la capital portuguesa es reducto exclusivo de miles de turistas, que en vez de ir en bici andan como pueden entre ríos de gente o utilizan los ‘tuk-tuk’ bajo un sol de justicia.
El ciclista alavés lidera el potente Soudal, que en la Vuelta se denominará T-Rex, una marca de pegamento, por cuestiones publicitarias. Duerme a poca distancia de las habitaciones de los corredores del UAE con el mexicano Isaac del Toro, un portento de futuro de solo 20 años y que se presenta ante la sociedad ciclista internacional. Y también tiene a Sepp Kuss, el último ganador de la carrera, y a Wout van Aert como vecinos en el barrio de Lisboa que se levantó con la Expo de 1998.
El optimismo
“Si estoy como en el Tour la victoria en la Vuelta será posible”, dice Landa con optimismo, recuperado este año por el conjunto belga, buena cara, rendimiento perfecto. La Vuelta empieza este sábado en Lisboa, con tres etapas portuguesas antes de que Extremadura salude a la carrera que bajará hasta Andalucía para realizar después de una semana de competición un traslado exagerado hasta Galicia. El 8 de septiembre se acaba la fiesta ciclista con una contrarreloj en Madrid. Así que este año no hay etapa de pesebre por las calles de la capital española.
En el otro extremo de Lisboa, cerca de la famosa Torre de Bélem, pernocta Primoz Roglic, el gran favorito y el mejor corredor cuando no están Tadej Pogacar, que descansa después de ganar Giro y Tour; Jonas Vingegaard, que no ha querido disputar la Vuelta porque su mujer sale de cuentas a principio de septiembre, y Remco Evenepoel, que ha preferido preparar el Mundial de Zúrich (29 de septiembre) sin la presión añadida de la ronda española que ha dejado en buenas manos, las de su compañero Landa.
A Roglic se le ve pedaleando a pleno sol sin importarle los coches que pasan junto al Tajo camino de su hotel. Tres veces ha ganado la carrera, que perdió en 2022 por una caída. El año pasado fue tercero porque el Visma, que entonces se llamaba Jumbo, se repartió las tres plazas del podio. A él le tocó la posición de bronce, así que se buscó en el Red Bull Bora un nuevo destino para tratar de encontrar el cariño esquivo del Tour, carrera que siempre se le cruza por culpa de una caída; este año a dos días de empezar los Pirineos.
El favorito
“Roglic es el favorito. Pero aquí la carrera está mucho más abierta que en el Tour con un grupo de seis ciclistas que podemos aspirar a todo. Aquí tengo etapas que me gustan. Espero hacer una gran Vuelta”, afirma Landa con optimismo. Lidera el trío de aspirantes españoles junto a Enric Mas, que siempre se mueve mejor que en el Tour, escenario maldito para él, y Carlos Rodríguez, el joven, el valor creciente de 23 años, que se ha apuntado a la carrera, que no tenía en su programa, porque no le salió la ronda francesa que quería y le supo a poco la séptima plaza que obtuvo en Niza.
Luego habría que añadir a Richard Carapaz, ganador de un Giro, campeón olímpico al que Ecuador no le dejó defender el título en París, y podio en Tour y Vuelta, y a cualquiera de los integrantes del UAE como Adam Yates, Joâo Almeida y pendientes de lo que vaya a hacer Del Toro -aunque no corra Pogacar tienen figuras por todas las esquinas-. Y no hay que olvidar a Kuss, en un Visma en el que sobresale de manera dimensionada Van Aert, porque, aunque no vaya a ganar la carrera, es capaz de ponerle salsa a la Vuelta en cualquier etapa.
En tres semanas habrá montañas por doquier. Al cuarto día llega el Pico Villuercas, donde el inmortal Joselito se convirtió en ‘el pequeño ruiseñor-; al sexto aparece la jornada trampa de Málaga donde puede ocurrir cualquier cosa; a la octava etapa surgirán las cuestas finales de Cazorla como antesala de los montes de Granada para dar paso luego a las cumbres del norte peninsular.
Galicia se presenta con sus carreteras onduladas y la subida a Manzaneda; León enseñará la pared de los Ancares y Asturias se exhibirá con el Cuitu Negru, un infierno con rampas que llegan al 24% antes del festival habitual con la leyenda de los Lagos de Covadonga. El riojano Moncalvillo, templo de los boletus, y las sierras cántabra y burgalesa, con más de 4.000 metros de desnivel, cerrarán la Vuelta antes de la ‘crono’ final y la llegada a la Gran Vía previo paso por la Cibeles, donde el rojo del jersey de líder dejará en segundo lugar al habitual color blanco de la fuente madrileña.