España quedó en la decimoquinta posición con 18 metales, pero una simple comparación con países de nuestro entorno hace incomprensible que países como Países Bajos con un cuarto de nuestra población, nos doble en premios
Acaban unos nuevos Juegos Olímpicos, para mí, por la organización impoluta, por localizaciones maravillosas, por una asistencia de público excepcional y por alegría colectiva, los mejores que jamás he vivido. Sé que muchos de ustedes me recordarán Barcelona 92, y, de hecho, los de París han tenido mucho de nuestras olimpiadas, pero debo aceptarlo, tras la clausura monumental y sublime y el My way mayúsculo cerrando el círculo, he de reconocer que los parisinos han dado un paso adelante. Podríamos poner peros, cierto, la vida al final es eso, y de ponerlos no podemos pasar por alto una jornada inaugural incomprensible y una obsesión por el río Sena que ha nublado algún episodio, pero el resultado general ha resultado del todo excelente.
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En París todo es más fácil. París es el cielo… Particularmente la ciudad más bella que he visitado, probablemente porque la historia nos explica que los franceses, celosos como ninguna nación de su capital, jamás han permitido que enemigo alguno pudiese bombardearla u ocuparla violentamente, y siempre, siempre, cuando han visto a un ejército hostil a sus puertas, han preferido rendirse para conservar su esplendor y su pasado arquitectónico y cultural impoluto antes que permitir que con la lucha y las batallas la malmetieran y violaran. Muy francés, ¿no les parece?
Ayudar a ganar
Y ahí estuvo España, con más representación atlética y deportiva que nunca, para cosechar las mismas medallas de siempre, y no nos hagamos trampas al solitario: no son muchas.
No es que la clasificación en el medallero general sea un desastre, España quedó en la decimoquinta posición con 18 metales, pero una simple comparación con países de nuestro entorno hace incomprensible que países como Países Bajos con un cuarto de nuestra población, nos doble en premios, por no hablar de los países algo más poblados de Europa con los que nos deberíamos en realidad comparar por territorio y peso sociocultural.
Los deportistas están. ¿Algún día nuestros dirigentes cumplirán su obligación para ayudarlos a ganar?
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