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La noticia levantada por Mayka Navarro en La Vanguardia conmocionó la noche de la Supercopa blanca. Mounir Nasraoui, padre de Lamine Yamal, había sido apuñalado en el barrio de Rocafonda en Mataró, al parecer en una pelea, aunque los Mossos todavía estaban investigando, tras llevar a cabo diversas detenciones. El impacto fue notorio por la gravedad de las heridas en un primer momento, aunque posteriormente se supo que está fuera de peligro vital. No es fácil para un chaval de apenas 17 años ir superando los últimos meses que ha vivido, con el meteórico ascenso futbolístico en el Barça y en la selección y ahora la desagradable noticia del apuñalamiento de su padre en un barrio acostumbrado a las emociones fuertes. La sensación es que Lamine vive en un Dragon Khan continuo que, seguramente, lo está haciendo madurar muy pronto. Siendo todavía menor de edad ya da la imagen de un tipo mucho más formado de lo que su edad debería representar. Pero una cuestión es el ascenso meteórico en el fútbol y otro el ámbito familiar y privado con dramáticos incidentes como el que sucedió con su padre, por muy acostumbrado que haya estado en su infancia a un entorno complejo.
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