Suena Glenn Miller. «In the mood». La banda sonora de este maestro del swing acompaña la incursión de LA NUEVA ESPAÑA en un «clandestino», que es como se llaman a los bailes sociales. La cita: en el kiosco del parque del Muelle, al aire libre, sin entrada ni barra de bar. No hay que inscribirse, ni siquiera es necesario saber moverse al ritmo del swing. El único requisito es dejarse llevar por la música. El resto, fluye.
Detrás de los clandestinos está la asociación Swing4Asturias, que nació en Avilés. «Empezamos un grupo de amigos que redescubrimos la música swing hace unos siete años. Comenzamos a ir a conciertos y a clases y formamos la asociación. Después de la pandemia quedamos seis personas, pero ahora somos sesenta y cuatro socios de toda Asturias», explica Óscar Sánchez, que mientras habla mueve las piernas, que para eso está en un baile social.
Ahora Swing4Asturias colabora con los Ayuntamientos de Gijón y de Avilés en distintas actividades como puede ser el Festival Metrópoli, en Gijón, o la Feria Avilesina de Asociaciones (FACA). Y organizan clases de swing en distintos locales de la región. Pero si algo caracteriza a estos bailongos son los clandestinos, que son los bailes sociales abiertos y multinivel; esto es, puede participar quien quiera sea cual sea su nivel, incluso si no sabe bailar. «Lo más difícil es romper la cáscara, dejarse llevar», reconoce Sánchez.
En el kiosco del parque del Muelle hay un grupo numeroso de personas. Aunque no hacen recreación histórica, a la mayoría les gusta vestir de época, como en aquellos años treinta: ellas vestido por encima de la rodilla y falda con vuelo; en la cabeza, a veces un complemento; ellos, camisa, tirantes… «Es una forma también de atraer las miradas», reconoce Óscar Sánchez, que mientras habla comparte pasos con los asistentes al clandestino; unos conocidos; otros, nuevos. Es el caso de una familia de vacaciones en Avilés que se aproxima al kiosco del parque del Muelle animada por la música y comienza a bailar. Todos sonríen.
«Cualquier baile remueve hormonas de la felicidad y con swing liberamos endorfinas, generamos dopamina…», defiende Óscar Sánchez. El swing es, por sí solo, un baile enérgico y alegre. «Es una música bailable por todo el mundo», reconoce.
Cambia la música. Ya no suena Miller a través de un altavoz conectado a un teléfono móvil por «bluetooth». Ahora es Benny Goodman.
«Aumenta la percepción de confianza y afinidad», dice la psicóloga Marisol Delgado
La psicóloga avilesina Marisol Delgado subraya los beneficios de bailar para la salud mental: «Estoy convencida de que son millones los seres humanos que han experimentado en algún momento de su vida en primera persona todo lo bueno que el baile puede aportarnos. Desde el comienzo de los tiempos ha sido así». Continúa: «Desde el punto de vista más psiconeurológico está más que comprobado que bailar hace que segreguemos, por ejemplo, dosis extra de dopamina, endorfinas, oxitocinas…, sustancias implicadas con los centros de recompensa de nuestro cerebro y con la disminución de la tensión y el estrés».
El swing, pues, «cura».
El baile combina la música con el movimiento y no hay rama científica que contradiga la beneficiosa relación entre ambas cosas y el estado de ánimo. «Claro que puede haber alguien a quien bailar le puede estresar (porque le dé vergüenza, porque sus focos de interés sean otros muy distintos, por su historia de aprendizaje…), pero suelen ser la excepción; la mayoría de los seres humanos reaccionamos favorablemente a movernos al ritmo de casi cualquier melodía», recalca la psicóloga, que valora asimismo la parte social de bailar. «Supone comunicarnos y dar rienda suelta a algo tan consustancial al ser humano como es relacionarnos unos con otros. Cuando bailamos, aumenta la percepción de cercanía, de confianza, de interés y de afinidad con las otras personas. Se incrementa el sentimiento de pertenencia y aumenta la empatía y el conocimiento de otras gentes, de otras costumbres y de otras culturas».
Montse Bárzana, de Lugones: «Hay muy buen rollo y nadie discrimina a nadie por bailar mejor o peor»
En los grupos de terapia de personas con patologías crónicas, Delgado observa desde hace años que, cuando realiza sesiones con alguna dinámica que incluya baile, «se produce una más que evidente transformación: disminuye la tensión en sus caras y en sus cuerpos, sonríen más, aumenta su autoestima, hablan más de sus historias de vida y menos de los medicamentos que toman, tienen más motivación para las actividades de psicoterapia». Es, a su juicio, el baile una receta excepcional.
Suena ahora Louis Prima.
Enma Delgado sale a la pista del último clandestino de Avilés. Esta avilesina es bailarina de danza del vientre, lo que no es incompatible con el swing, ni mucho menos. «Me gusta esta música y vengo por sociabilizar y por los beneficios psicológicos de bailar», señala. José Antonio Tamayo es de Valencia. En la ciudad mediterránea de la luz y el fuego hace años que participa en clandestinos y, ahora en Avilés, no ha dudado en asistir a los bailes sociales.
Óscar Sánchez: «Cualquiera puede venir a probar, son bailes sociales multinivel»
Montse Bárzana, de Lugones, también acude los domingos que se organizan clandestinos a Avilés. «Vengo por recomendación médica. Aquí hay muy buen rollo, nadie discrimina a nadie por saber bailar mejor o peor y los beneficios son muchísimos: yo, antes de participar en estos encuentros, no saldría de casa un domingo por la mañana con el propósito de bailar», reconoce.
Otro cambio, de nuevo Miller, siempre swing.
Óscar Sánchez anima a cualquier a participar en los bailes sociales y también a conocer el funcionamiento de la asociación. Son un grupo con mucho swing del bueno.
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