Como cada cuatro años, España vuelve a mirar el medallero con decepción tras disparar las expectativas en el inicio de los Juegos Olímpicos. Un triunfalismo alentado incluso por Alejandro Blanco, exjudoca y presidente del Comité Olímpico Español desde 2005. “Mi quiniela es que pasamos de las 22 medallas. Nosotros hacemos un estudio y en los dos últimos Juegos se clavó”, afirmó antes de comenzar los Juegos. España, que ha presentado 393 deportistas, ha acabado con 18 medallas, una más que en Río y Tokio. Ha sido 15º en el medallero con 5 oros, 4 platas y 9 bronces. Y a eso suma 51 diplomas (9 cuartos, 10 quintos, 10 sextos, 7 séptimos y 5 octavos).
Falsas expectativas
¿Qué explica el optimismo de Blanco y de algunos especialistas para pronosticar una cosecha tan cuantiosa? Suele tomarse como referencia el número de títulos y podios en Mundiales y Europeos, siendo la primera la competición más parecida a los JJOO en cuanto a nivel. Pero la realidad es que no hay nada más exigente que los Juegos, a los que acuden todos los deportistas en su mejor versión, lo que la convierte en la más competida. Porque en los Mundiales hay estrellas que no acuden, desde el baloncesto o cualquier actividad, y en el cuadro femenino hay deportistas que ‘programan’ incluso los embarazos para no faltar a la cita olímpica. Y hay deportes, como el taekwondo, que hasta reducen el número de categorías en los Juegos complicando aún más el acceso para el deportista.
La 22 medallas de las que hablaba Blanco son el listón que se colocó en Barcelona 92, donde se hizo una inversión en deporte sin precedentes y se obtuvo el mejor resultado de nuestra historia. Esa inversión se canalizó a través del plan ADO (Asociación de Deportistas Olímpicos), unas ayudas a través de las cuales las empresas invirtieron casi 80 millones de euros a lo largo de ese ciclo olímpico. La asociación, entidad privada compuesta por el Comité Olímpico Español (COE), el Consejo Superior de Deportes (CSD) y RTVE, contó con el apoyo de 48 empresas, entre ellas Cola Cao, Correos, Renfe o Endesa.
Después de los Juegos el plan ADO ha visto cómo muchos de los patrocinadores privados rebajaban su aportación y los deportistas se quedaban sin los recursos necesarios para competir. Desde entonces la aportación privada no ha dejado de decrecer porque el deporte, además de posicionamiento a nivel de imagen, no ofrece otro retorno. Si buscamos un espejo en el que mirarnos, mientras España, con 48 millones de habitantes ha cosechado 18 medallas, Australia, que apenas llega a los 26, se lleva de París 53. El deporte es una forma de vida para los aussies, además de una de sus grandes industrias. Es su modo natural de ocio y su forma de relacionarse con el entorno que habitan.
Inestabilidad institucional del deporte
Sin embargo, utilizar el medallero como unidad de medida del éxito o el fracaso del deporte español es un error. La realidad es que el deporte nunca ha sido una prioridad para el gobierno actual. Lo demuestra la inestabilidad institucional en que vive sumido durante el mandado de Pedro Sánchez. Desde que el líder socialista llegó a La Moncloa se han registrado cuatro ministros de Cultura y Deportes (el efímero Maxim Huerta, José Guirao, José Manuel Rodríguez Uribes y Miguel Iceta) y ahora el deporte vive tutelado por la cartera de Educación, bajo el mando de Pilar López Alegría. Ha habido cinco presidentes del Consejo Superior de Deportes (María José Rienda, Irene Lozano, José Manuel Franco, Víctor Francos y José Manuel Rodríguez Uribes) y cuatro directores generales de Deportes (Mariano Soriano, Joaquín de Arístegui, Albert Soler y Fernando Molinero). Y de los cinco presidentes del CSD, solo María José Rienda tiene un pasado contrastado como deportista, el resto son políticos.
La partida presupuestaria del Consejo Superior de Deportes en 2023 para al deporte ascendía a una cifra de 375 millones, una inversión menor que en países vecinos como Francia o Italia. Para tratar de equipararnos, y viendo el descenso de patrocinio privado, se ideó un pan que ha venido a suplir en cierta forma al ADO, el plan ‘Team España’. Proyecto para que el que el Consejo de Ministros aprobó 50 millones de euros en el trienio 2022-2024, unos 16 millones anuales hasta la celebración de estos Juegos de París. Otro parche.
Todo esto para maquillar una realidad irrebatible que explica que España sea intrascendente a nivel deportivo en el escenario mundial: el deporte español es amateur. En el deporte base no hay estructura ni entrenadores profesionales. Son preparadores que cobran poco, cuando no son voluntarios que tienen su trabajo y lo hacen por amor al arte. Sin ese profesionalismo en la estructura es imposible implantar una cultura polideportiva de la que adolece España, un país donde se paga por ir al gimnasio o por un monitor de pádel, pero no se ve bien hacerlo a un entrenador de nivel para que dirija una escuela polideportiva.
El dinero del que dispone el deporte español procede del Consejo Superior de Deportes, que básicamente lo destina a financiar a unas federaciones cuya forma de gobernanza es más que cuestionable en muchos casos, además del dinero de unos fondos europeos que no lucen mucho últimamente, y el de las Comunidades Autónomas. En este último punto, el de la dotación regional al deporte, está otra de las razones que explican el problema. Un deportista de Cuenca no tiene las mismas opciones que uno de Alicante, donde Juan Roig ha apostado por invertir en el deporte con la Fundación Trinidad Alonso, o uno de Murcia, donde la universidad privada UCAM ha respaldado a atletas de renombre.
Sin estructura profesional y sin cultura polideportiva, la solución que queda es irse fuera. El mejor escenario para una joven promesa de la natación en España es irse becado a una universidad norteamericana, el de un jugador de rugby es integrarse en las categorías inferiores de un club inglés o francés, y el de un balonmanista de la liga Asobal es marcharse a cualquier país europeo donde cobrará más y mejor.
En sentido contrario al resto: EEUU, China, Reino Unido…
Además, la inversión privada no atiende al deporte base porque sus competiciones no tienen visibilidad y eso no le permite obtener ningún retorno, ni tan siquiera reputacional. Mientras España vive de espaldas a la profesionalización de la estructura, las grandes potencias del deporte trabajan justo en el sentido contrario. Así, Estados Unidos ha dominado el medallero olímpico durante décadas apoyado en su potente plan de deporte universitario y profesional, que ha implantado una cultura polideportiva muy arraigada en la sociedad del país.
China, otra de las grandes potencias en el medallero, ha aprovechado el crecimiento que ha provocado su apertura económica para elevar su PIB y de forma paralela ha incrementado masivamente su inversión en el deporte. El gobierno chino ha apostado por un proyecto centralizado en el que hay programas estatales de identificación y desarrollo de talentos en edades tempranas. Paralelamente, se han multiplicado las academias deportivas, que trabajan con atletas jóvenes subvencionados por el gobierno como parte de su estrategia. Lo que permite esa profesionalización de la estructura.
El Reino Unido, por su parte, ha apostado por la creación de la agencia UK Sport, que canaliza los fondos de la Lotería Nacional para el desarrollo de atletas de élite, además de la partida presupuestaria que ha seguido siendo muy consistente. Algo que ha permitido al Reino Unido estabilizarse consistentemente entre los mejores del medallero olímpico.
Otros, como Italia, ha utilizado medidas como leyes de mecenazgo para favorecer la inversión privada en un deporte que ha ofrecido muy buenos resultados. Una medida que ha servido para completar la inversión gubernamental y mantener viva la rica cultura polideportiva del país transalpina, que siempre ha tenido campeones y campeonas en deportivas alejados de las grandes audiencias, como los de deportes de invierno, la natación o deportistas destacados en el atletismo.
Francia, por su parte, ha tirado la casa por la ventana para estos Juegos de París que han utilizado para unificar un país socialmente convulso y proyectar su ‘grandeur’ más allá de los escenarios deportivos. El Comité Organizador (COJOP) ha contado con un presupuesto de 4.400 millones de euros, con un 96% de financiación privada. En esa cantidad, las autoridades estatales y locales aportaban 171 millones. A eso han sumado 4.000 millones del Comité Olímpico Internacional (COI), la venta de entradas y hostelería, los derechos televisivos… Dinero que también ha repercutido en el que se ha puesto al servicio de los deportistas y que ha permitido a Francia completar su mejor participación de la historia en unos Juegos con 63 medallas y 16 oros.
Una auditoría relevante
En 2018 ADESP y el Consejo Superior de Deportes (CSD) encargaron a Deloitte un informe para desarrollar un nuevo modelo de deporte español. El mismo señaló varios síntomas que siguen vigentes como “el descenso progresivo de la financiación del deporte federado desde las subvenciones públicas desde 2011”, “la necesidad de abordar una adecuada planificación estratégica en la gestión organizativa” y “la brecha que hay entre el desarrollo del deporte aficionado, que se ha incrementado mucho en los últimos años, y el deporte federado, al que no se ha trasladado este nivel de crecimiento”.
El informe establece un ránking del grado de madurez deportivo de un país en el que España, con un 53,8% de grado de madurez, está 12,46 puntos porcentuales por debajo de la media. En las conclusiones recomienda “mejorar la gobernanza de las organizaciones deportivas y los incentivos fiscales”, “desarrollar nuevas vías de financiación, aumentar el volumen de financiación pública al deporte federado, innovar en patrocinio y potenciar las competiciones” y “la necesidad de reducir la distancia entre deporte federado y deporte aficionado”.
Por tanto, el problema del deporte español no ha sido que ‘Nadalcaraz’, Jon Rahm, Carolina Marín o los ÑBA no se hayan podido colgar una medalla. El problema es que no hay ningún plan estratégico previsto para profesionalizar el deporte y a día de hoy ser deportista sigue sin salir a cuenta en España. Son ‘raras avis’ que hipotecan sus vidas para alcanzar un sueño que cuando acaba con la medalla colgada al cuello termina por maquillar el abandono institucional. Parafraseando a la película de los hermanos Coen, se puede afirmar que ‘España no es país para deportistas’. Al menos, no para deportistas olímpicos y profesionales, que se tienen que buscar la vida fuera. Pero ahora los deportes minoritarios volverán a desaparecer del foco y dentro de cuatro políticos y aficionados volverán a mirar al medallero esperando que las medallas broten como por arte de magia.