Cuando el primer tararí de Huesca estábamos todos menos uno: el gran Vicente Ascaso. Sí, grande como persona, como oscense, como industrial (y su rastro deja) y como aficionado a los toros. También hizo sus pinitos societarios con algunas empresas taurinas. Entonces le bailaba el agua todo el toreo. Intentaban ganarse su influencia y su favor. Y ayer lo arreglaron con sesenta segundos en pie y en silencio. Su categoría no se compadece con semejante racanería. Un patinazo.
Y con el retraso de siempre, que en eso Huesca no cambia, se fueron poblando los tendidos hasta casi llenar el garito. Un empresario me dijo hace tiempo que tenía abonados que ni siquiera accedían al tendido. Se quedaban merendando en el pasillo y de la corrida ni se enteraban. El viernes, la actual empresa difundió en redes sociales un comunicado avisando a los tenedores de localidades de sombra y sol y sombra de no pasarse al sol.
Barrio rebelde
El sol es el barrio rebelde que te corea implacable «Pedro Sánchez, hijo de…» o «Puigdemont a prisión» como ayer, y al instante regala, por presión sonora, premios (orejas de goma) como los que ayer se concedieron. ¿Qué culpa tiene el presidente Usieto?
Porque el tormento de dos horas y media a 35 ºC de ayer para ver amontonar pases y pases tiene mérito si estás en la zona residencial, no en el hervidero de la solana.
Una feria más, ese Fandi, rey del zapatillazo y torero de polvareda, en su enésimo número absolutamente previsible y consabido ante un toro, el que abrió plaza, chiquito, recortado de carnes, dos platanillos por cuernos, largando percal de primeras por lopecinas. Oportuno a falta de ventilador, ‘yes’.
Eterno conteo de muletazos
Intercambió palos con Escribano: rutina, granel, o sea. Y luego eterno conteo de muletazos al toro chochón y descastado que, como toda la corrida, fue de medio puyazo y aguantó apenas las dos primeras series con la muleta. Luego, la nada.
Pero la corrida se mató de seis espadazos y sin entrar en detalles -porque hubo que tirar de descabello en varias ocasiones-, eso anima mucho al espectador, que se desata en pos de amortizar los jurdós que ha aflojado por la entrada.
Y ahí entran Escribano y Román ya que El Fandi asistió atónito a la fractura de la extremidad anterior derecha de su segundo toro teniendo que darle fierro ante la imposibilidad de poder muletearlo.
Cuerpo a tierra
Ambos abusaron del cuerpo a tierra, arrodillándose cada tres por dos. Escribano, primero ante un jabonero feote y sin emoción al que le anduvo pajareando por allí y al que se le cayó una oreja que presto recogió. Y en su segundo turno, otro toro breve de carnes y pobre de cuerna que resultó tan vulgar e intrascendente que solo se dejó pegar pases. Ni un solo muletazo.
Román tuvo quizá el toro que más duró en la muleta, yendo y viniendo y tal y que acabó en el sol. Con el sexto hubo desajuste (entre el toro y el torero cabía una riña de perros) y exceso kilométrico. No le faltó un tendido que visitar en una faena tan larga como viajera.
Tú, Vicente, no hubieras protestado. Siempre fuiste un caballero.