Se han acabado las cargas, los entrenamientos, ha bajado la adrenalina para Carlos Arévalo, quien apura sus últimas horas en París antes de volver a casa. Todo sabe mejor con la sensación del trabajo bien hecho y con una medalla de bronce colgada del cuello. Quiere regresar cuanto antes para “achuchar” a su hija recién nacida, ya le da vueltas al pregón de las fiestas de Betanzos que dará en tres días e incluso tiene tiempo de mirar al futuro. Se ve luchando por acudir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Esa segunda presea le ha alimentado el apetito, quiere más.

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