Se han acabado las cargas, los entrenamientos, ha bajado la adrenalina para Carlos Arévalo, quien apura sus últimas horas en París antes de volver a casa. Todo sabe mejor con la sensación del trabajo bien hecho y con una medalla de bronce colgada del cuello. Quiere regresar cuanto antes para “achuchar” a su hija recién nacida, ya le da vueltas al pregón de las fiestas de Betanzos que dará en tres días e incluso tiene tiempo de mirar al futuro. Se ve luchando por acudir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Esa segunda presea le ha alimentado el apetito, quiere más.
“Di mi 100%, me salió la mejor regata que tenía dentro, era lo que había. Y tengo una medalla. Con lo caras que están…”, avisa a LA OPINIÓN desde la capital gala para dar valor a la proeza de cada cuatro años. El K4 500 es un barco ganador y ha convertido casi en costumbre subirse al podio en cada cita olímpica. Plata en Tokio, bronce en París… El cuarteto que forma con Craviotto, Cooper y Germade está aliado con la historia y le ha permitido ser el deportista de A Coruña y su comarca que más medallas ha conseguido en toda la historia de los Juegos Olímpicos, desde 1896. Ramón González, Fernando Romay, Alejandro Avecilla y Sofía Toro tienen una, nadie dos. Arévalo desconocía el dato y se siente orgulloso de sus logros, pero tira de humildad y dar más valor a ser campeón olímpico. “Me acabo de enterar (se ríe), pero el oro siempre prima. La mejor es Sofía Toro, que además es una persona magnífica, una deportista excelente. Yo tendré dos (medallas), pero ella tiene un oro. Para igualarle hay que sacar otro. Es un orgullo tener dos y sobre todo traerlas a mi tierra. Y esto me motiva para seguir luchando para traer alguna más”, razona ya mirando al futuro y saboreando una carrera que está en plena madurez.
Y en ese futuro nada se debería torcer ni nada debería cambiar, a pesar de haber llegado ya a la treintena. Aún está caliente la conquista de los Juegos Olímpicos de París y aún hay una desconexión y unas vacaciones pendientes, pero su mente ya proyecta nuevos retos. “Por supuesto que me veo en otro ciclo olímpico, Los Ángeles (2028) está ahí muy cerca. El proyecto de K4 creo que va a continuar con mucha fuerza. Es muy estable. Van a ir por ahí los tiros. Con calma y con muchas ganas”, razona destacando la fortaleza del proyecto de la Federación Española de Piragüismo para su embarcación estrella, para la fórmula 1 de ese deporte, el K4 500.
Los pasos a medio y largo plazo parecen trazados y el presente le traerá descanso y familia y le llega justo después de un nuevo logro, que resalta por el hecho en sí y por la ola de cariño y reconocimiento que le ha traído. “El cariño de la gente, que es el mejor reconocimiento, sí que lo siento. Me llegan mucho apoyo, muchos ánimos. Es algo que motiva para seguir, para seguir dando caña. A Coruña ya es otro mundo, pero ves a mis compañeros de la Armada, a mi familia, a amigos. Todo me ayuda”, razona quien resalta hechos en teoría menores que en su momento le costaron muchísimo. “Ya poder estar en el equipo de K4 de España es algo dificilísimo, es la leche porque supone estar luchando con los mejores países del mundo por unas medallas”, reconoce el betanceiro.
Eso sí, el mayor de los refuerzos, el que más espera después de dos semanas de competición y de estar fuera de casa viene de alguien que acaba llegar y que le ha cambiado la cabeza. “La perspectiva cambia (al ser padre). Llevo casi dos semanas sin ver a mi hija y me da bastante pena. La echo muchísimo, muchísimo de menos, es una de las cosas que más me fastidia. Es un sacrificio estar aquí y no poder estar con ella, pero en cuanto llegue a España, tengo unas ganas enormes de achucharla y abrazarla”, cuenta un padre con añoranza, un doble medallista olímpico que aún no ha cerrado su lista de proezas encima de un kayak.
“¿El pregón? Me va a salir del corazón”
Carlos Arévalo regresará ya mañana de París y en unos pocos días tiene una cita importante para él que le inquieta y le emociona casi a partes iguales. Antes de viajar a la capital francesa ya dijo en una entrevista en LA OPINIÓN que le iban a “temblar más las piernas ese día que en los Juegos Olímpicos”. Ya más calmado y con esa medalla que deseaba llevar al Ayuntamiento el día 14, explica lo que ha preparado y lo que espera de ese momento que le llegará y le llenará. “Me voy para casa el día 12 (mañana) el 14 tengo el pregón. Voy un poco ajustado (para prepararlo). Estoy intentando hacer un hueco para trabajar en ello. Me va a salir de corazón, eso seguro, allí en Betanzos las palabras me salen solas”, asegura emocionado y confiado. Arévalo lleva años preparándose lejos de la villa, pero está muy unido a su tierra y dio sus primeras paladas en el Club Ría de Betanzos, una entidad muy ligada a su familia. Ya recibió varios homenajes del Concello después de sus logros en Tokio y en más pruebas internacionales, y esta vez las fiestas de San Roque serán la excusa perfecta para volver a mostrar su apoyo.