No hay lugar donde el deportista se muestra tan expuesto, tan desnudo, como en unos Juegos Olímpicos. Es ahí, ante los ojos del mundo, y soportando la presión de una sociedad en la que no se permite el fracaso, donde deben demostrar que el éxito o el fracaso no depende de una medalla, sino del recuerdo que generen en quienes los ven. De pie o de rodillas.
Biles, grande en el cielo y en la tierra
Nunca pensó Simone Biles que seguiría compitiendo con 27 años. Ni que podría ser capaz de regresar a unos Juegos después de la desconexión mental sufrida en Tokio, donde perdía la noción del tiempo en pleno vuelo. Un riesgo incluso mortal para una gimnasta que convirtió el arriesgado doble salto Yurchenko carpado en una obra de arte moderna de la gimnasia. Pero Biles, que ya venía de sobrevivir a un depredador sexual como el médico Larry Nassar, logró cerrar el círculo en París. Aunque su momento más celebrado no fueron los tres oros conquistados (salto, concurso completo y equipos) para siete en total en su carrera, sino su reacción tras perder la final de suelo frente a la fantástica brasileña Rebeca Andrade. Se arrodilló ante ella junto a su compañera Jordan Chiles (antes de que el TAS le devolviera el bronce a la rumana Ana Barbosu por un defecto de forma en la reclamación estadounidense). Y Biles demostró que también podía ser la más grande siendo la más terrenal.
Léon Marchand, Rey Sol de Francia
No hay intención alguna de exagerar. Pero todo aquel que vivió alguno de los cuatro oros conquistados por el joven prodigio León Marchand en estos Juegos (200 mariposa, 200 braza, además de los 200 y los 400 estilos) sintió el temblor de la piscina construida en la mole multiusos de La Défense. Al grito mesiánico de «Léon, Léon, Léon», Francia vio en el nadador tolosarra de 22 años un motivo de verdad por el que unirse. Marchand dejó además una de las imágenes de la historia de los Juegos, cuando gracias a un viraje y un nado subacuático prodigioso destrozó al húngaro Milak y permitió que, una hora después, aquella noche inolvidable del miércoles 31 de julio, pudiera doblar oros en mariposa y braza. Algo sólo posible para este semidios acuático zurcido por Bob Bowman, quien forjara la leyenda de Michael Phelps.
Ledecky sólo quiere ser normal
Katie Ledecky muestra una medio sonrisa tímida cuando le recuerdan que, ahora sí, es ya junto a la exgimnasta soviética Larissa Latynina la mujer con más oros olímpicos de la historia (nueve). Pero la mejor nadadora de siempre, siempre con la bandera estadounidense a su espalda, saludaba con la mano baja. También con los hombros ligeramente caídos con cualquiera de sus dos oros ganados como si estuviera sola en la piscina (800 metros y 1.500), o la plata en el 4×200, o ese bronce en el 400 libres con el que muchos quisieron enterrarla por quedar detrás de la australiana Ariarne Titmus (ya la había derrotado en Tokio en la misma prueba) y Summer McIntosh, prodigio adolescente de Canadá. Pero Ledecky, con los mismos 27 años de Biles, simplemente pretende ser alguien normal, hacer sus ‘selfies’ con quienes comparte podios, y pasar desapercibida en la grada animando a cualquiera de sus compañeros. Incluso con un sonajero en la mano. Es ahí donde más feliz se siente.
Djkokovic y la insaciabilidad del tiempo
Tipo de obsesiones, el tenista serbio, a sus 37 años, siempre se las ha apañado para burlar al tiempo cuantas veces ha hecho falta. Así que llegó a los Juegos dispuesto, ya no tanto a juguetear con un Rafa Nadal que suspiraba por vivir una despedida soñada en su tierra santa de la Philippe Chatrier, sino para que su hoja de servicios le acreditara como el mejor tenista de todos los tiempos. Le faltaba un oro en unos Juegos (tenía un bronce de Pekín 2008), y no podía ser que él no formara parte del llamado ‘Golden Slam’, quienes han ganado un Grande además de un oro olímpico (hasta entonces Rafa Nadal, André Agassi, Steffi Graf y Serena Williams). Le dio tiempo para enfrentarse a la grada de Roland Garros, donde Nadal es Dios, y para llevarse por delante a un Carlos Alcaraz que no pudo reprimir sus lágrimas.
Duplantis destroza las fronteras aéreas
Claro. Habrá quien defienda que el ucraniano Serguéi Bubka rompió hasta en 17 ocasiones el récord de salto con pértiga. Pero lo que está logrando ‘Mondo’ Duplantis comienza a corromper todas las leyes que antes se creían lógicas. Su salto de 6,25m (la novena vez que destroza la plusmarca mundial) le permitió además repetir oro olímpico, algo inédito desde 1956. ‘Mondo’ lleva batiendo récords desde que era un crío de siete años. En estadio de Saint-Denis, se fue corriendo hacia sus familiares para celebrar una gloria que ya es rutina en él. Su padre, claro, fue pertiguista. Le pusieron música de sus compatriotas Abba en la vuelta de honor. Dancing Queen. No pudo ser más apropiado.
Noah Lyles se queda sin aire
En los primeros Juegos de la era post-Covid, los atletas no estuvieron obligados a revelar sus positivos. Noah Lyles había vivido el momento de su vida tras romper al fin el dominio jamaicano y ganar los 100 metros lisos en un final desquiciante en disputa con Kishane Thompson sólo resuelto por las cinco milésimas de diferencia detectadas en la ‘photo finish’ (9.784 para Lyles, 9.789 para Thompson). Pero un dia y medio después, Lyles comenzó a encontrarse mal. No quiso hacer público que había enfermado de Covid, y decidió desfondarse en la carrera de 200 metros. Le llegó para ser bronce. “No queríamos que todo el mundo entrara en pánico. Por eso corrí». Pero el esfuerzo, tremendo, le dejó extenuado. Una vez acabada la carrera, se estiró sobre la pista. Y vio que, al menos en París, todo había acabado para él.
El Gigante de Herradura se descalza
El cubano Mijaín López, al borde de los 42 años, se descalzó y dejó las zapatillas en el centro de la pista del Campo de Marte. Fue su manera de decir que hasta aquí había llegado. Que el mejor luchador de todos los tiempos, el único deportista en conquistar cinco oros de manera consecutiva en la misma disciplina individual (la categoría de -130 kilos en lucha grecorromana). Desde una primera derrota en Atenas 2004, ya nunca más volvió a perder. Lloró Mijaín una vez venció al chileno Yasmani Acosta, y reparó en que todo tiene un final. Incluso para este hijo de granjeros que nunca dudó en mostrar su apoyo a la revolución cubana. En Herradura, en la provincia de Pinar del Río, una vez conseguido el quinto oro, Leonor, su madre, fue hasta la tumba del patriarca, Bartolo, donde reposan sus cenizas. Para recordarle que su pequeño gigante era el mejor de todos los tiempos.
Imane Khelif, un oro contra el acoso
Haber sido expulsadas en el Mundial de boxeo de 2023 en Nueva Delhi por no superar un examen de género puso en estos Juegos a la argelina Imane Khelif y a la taiwanesa Lin Yu-Ting en la diana, por mucho que el COI entendiera que no había ningún motivo para apartarlas. Ambas asignadas como mujeres al nacer, fueron castigadas por la opinión pública y algunas de sus rivales al entender que sus diferencias genéticas y hormonales propias de personas intersexuales las hacían incompatibles, superiores o incluso peligrosas. La italiana Angela Carini se retiró de su combate contra Khelif en solo 46 segundos. Y el acoso fue ya extremo, especialmente en redes sociales, mientras Argelia se tomaba la cuestión como un problema de Estado. Khelif, que rompió a llorar en su pelea de cuartos mientras imploraba que la dejaran en paz, y Lin Yu-Ting, a la que recibían con música de Village People, acabaron llevándose los oros de sus categorías en triunfos que trascienden el deporte.
El nirvana de Stephen Curry
Hubo un momento en que Stephen Curry, la gran estrella de los Warriors, creyó estar en un All-Star Game. Tiró un triple y, antes de que la pelota se colara por el aro, miró con toda la chulería que pudo hacia su banquillo dando por hecho que todo estaba hecho. Tanto para él como para Estados Unidos. Pero no. Tuvo que ser la Serbia del viejo lobo Pesic la que espabilara a Curry y le mostrara que, en unos Juegos, con el ‘show’ no basta. Y fue entonces cuando Curry, uno de los mejores tiradores de siempre, entró en éxtasis. A sus 36 años no se le podía escapar la oportunidad de ganar su primer oro en unos Juegos. Contra los serbios, que llegaron a ganar por 17 puntos a los estadounidenses en la semifinal, Curry se fue hasta los 36 puntos, incluidos nueve triples, en una actuación histórica. Ya en la final, frente a la Francia de Wembanyama (increíble la estampa del tallo francés de 2,24m intentando puntearle un tiro), el genial base retomó su nirvana (24 puntos, con cuatro triples en los últimos dos minutos y medio). Se puso las manos en la cara y mandó a la gente a dormir. Ahora sí. ‘The show must go on’.
Hassan reina en el infierno
Destrozados por el tiempo, un cuerpo castigado, y un recorrido de corte insoportable, Kipchoge y Bekele no tuvieron opción alguna en la maratón de estos Juegos. Kipchoge se puso a andar mientras le seguía la gente, viendo de cerca el fin de una era. Ganó el etíope Tamirat Tola, bronce en Río 2016 y campeón del mundo en 2022, pero a quien nadie esperaba en París. Fue otra atleta nacida en Etiopía y que compite para Países Bajos, Sifan Hassan, quien dominó la maratón femenina a lo grande en ese recorrido infernal con cuestas de hasta el 13,5%. Una temeridad organizativa que no tumbó a Hassan, que ya venía de los bronces en 5000 y 10.000 metros. Hassan nunca desfallece. No pudo más que envolverse en la bandera y secarse las lágrimas.