Teófila Sánchez González, nacida en 1933 en San Mateo, tiene una vida que parece sacada de una novela. Conoció las dificultades desde muy joven. A los cinco años la tragedia golpeó su vida cuando quedó huérfana de madre. Sus circunstancias difíciles la llevaron a trasladarse a Las Palmas de Gran Canaria con tan solo 12 años. Durante su juventud, trabajó como empleada doméstica hasta los 18, cuando se casó y se mudó al barrio de San Lorenzo.
Poco después, su vida cambió drásticamente ante el fallecimiento repentino de su esposo, dejándola viuda con una hija de apenas cuatro meses. Con una admirable determinación, Teófila volvió a la ciudad y continuó trabajando, pero ante la enfermedad de su hermana regresó a los 25 años a San Lorenzo. Allí encontró nuevamente el amor con un vecino viudo que ya tenía tres hijos, con el que tuvo tres más, formando así una gran familia. Durante el feliz matrimonio, Teófila continuó trabajando duro junto a su marido cuidando de la familia, cultivando plataneras y atendiendo su ganado.
La vida volvió a ponerla a prueba en la década de los 80, cuando su marido sufrió una trombosis que lo dejó parapléjico. En ese momento, Toledo tenía el único centro especializado en España para tratar este tipo de afecciones, por lo que ambos se trasladaron allí durante unos meses.
Sus hijos los visitaban, y Teo, la hija menor del matrimonio, guarda buenos recuerdos del lugar describiéndolo como un sitio con enormes instalaciones y jardines. Hoy narra cómo en una noche de Navidad todos los pacientes y algunos familiares se reunieron en el gimnasio para cenar. Durante esta etapa, la fortaleza y dedicación de Teófila fueron fundamentales para lograr que su esposo mejorara y poder volver a Gran Canaria. Sin embargo, en una de las visitas anuales al centro, él acabó falleciendo. De nuevo viuda, lejos de rendirse, continuó luchando para sacar a su numerosa familia hacia adelante.
A su vez, la familia fue un refugio para Teófila, que en su amor ha encontrado «inmensas satisfacciones», reconoce. Ha tenido la dicha de viajar hasta Finlandia para reencontrarse con parte de sus seres queridos y hoy vive rodeada de sus 14 nietos, 13 bisnietos y su tataranieto. Sus hijos atesoran recuerdos felices de su infancia y su hija Teo la describe como una madre ejemplar, estricta en la educación, que «siempre parecía adivinar si hacían pellas gracias a una bola de cristal» que hoy su hija conserva con cariño.
Hoy en día, a sus 91 años, Teófila sigue siendo un ejemplo de vitalidad. Hasta hace poco ayudaba a sus hijos en la tienda familiar, mostrando siempre un espíritu trabajador y dispuesto. Cada sábado acude al bar de su hijo en San Lorenzo, bar Talavera, para hacer de comer, y aún conserva la costumbre familiar de tomarse un chupito de coñac cuando está cocinando, una tradición por la que se conoce a la familia en San Mateo como Los pipantes.
Actualmente reside en Alcaravaneras y añora con nostalgia el barrio de San Lorenzo que la acogió con cariño durante tantos años y donde siempre disfrutó de los fuegos artificiales desde su hogar.
En definitiva, su vida marcada por el trabajo duro, el amor y la entrega, ha dejado una huella imborrable que ha sido reconocida con la distinción de Madre Mayor en las fiestas de San Lorenzo. La noticia, que Teófila recibió con sorpresa y alegría, le permitió pasar una noche especial rodeada de sus seres queridos. Algunos incluso viajaron desde la península para acompañarla en este momento.
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