Martina Terré no regala sonrisas. No hubo nadadora más seria que ella cuando las jugadoras fueron presentadas, una a una, en la piscina de La Défense. Unas dibujaban corazones, otras saludaban con las dos manos, o incluso hubo quien lanzó algún beso. Terré, no. Siempre tan concentrada, siempre dando vueltas a sus cosas. Por ejemplo, a preparar el partido de su vida. A soñar despierta con una exhibición apoteósica. Una victoria contra Australia (9-11) que entra a formar parte para siempre de la historia del deporte español. La selección española femenina de waterpolo corrigió por fin un destino tantas veces cruel, y alcanzó por fin el oro por el que llevaba más de una década luchando. Laura Ester, quien más consejos dio siempre a su sucesora en la portería, lloraba desconsoladamente en el banquillo. Fue el éxito de la vieja guardia de Pajarito, de Maica García, de Pili Peña, de Anni Espar; que no se fueron hasta convencer a sus herederas de que la gloria, ahora sí, sería posible.

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