Más de 120.000 cristianos habitaban la llanura de Nínive hace una década. Sin embargo, tras una de las persecuciones más cruentas de lo que llevamos de siglo, la zona es hoy la ruina de lo que fue. En ese lugar, cuna de civilizaciones y de nuestra fe, los cristianos fueron perseguidos, asesinados y miles tuvieron que huir para salvar la vida.

El DAESH asoló la zona, destruyendo todo a su paso. Han pasado diez años para que la presencia cristiana regrese, poco a poco, a vislumbrarse en la zona. Las religiosas dominicas han vuelto para reconstruir monasterios e iglesias de las que no quedaba nada. La población cristiana, mucha de ella dispersa, regresa poco a poco, con cautela, sin embargo, se comienza a apreciar un cambio significativo, como ha expresado el arzobispo caldeo de Mosul, Michaeel Najeeb, en una entrevista a los medios vaticanos.

En 2021 el Papa Francisco visitó la zona en un gesto sin precedentes. Y no son pocas las organizaciones eclesiales que durante todo este tiempo han luchado para reconstruir y devolver la paz y la seguridad, el futuro, a la llanura de Nínive. Hoy, nosotros también estamos llamados a visitarla con nuestra mirada, con nuestra solidaridad. Muchos de los que se marcharon lo han perdido todo y no tienen los medios para poder regresar. La zona entera debe ser poco a poco devuelta a su estado antes de la irrupción terrorista. Se trata de empezar de cero, aunque nunca lo es del todo. Dios no abandona a su pueblo. Y como hermanos nuestros, tampoco nosotros debemos hacerlo.



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