El nuevo presidente de la Generalitat, Salvador Illa, parafrasea a menudo a Josep Tarradellas. Lo hizo también durante su discurso de investidura: «Cataluña es lo suficientemente pequeña para que no sobre nadie y lo suficientemente grande para que quepa todo el mundo». Una frase con la que pretende resumir que se abre una nueva etapa tras una década al galope del ‘procés’ con una acción de Govern que dé cobijo a independentistas y no independentistas y que ejerza de vanguardia de una España plurinacional. Él mismo ha puesto por testigo el tiempo para que certifique si lo ha logrado o no, con el concierto económico como prueba de fuego. ¿Cómo pretende hacerlo? A continuación, las claves que explican cómo pretende gobernar Illa.
Govern en minoría
El nuevo Govern será monocolor y estará en minoría, puesto que el PSC tiene 42 diputados. ERC y los Comuns se quedan, por ahora, en la oposición, aunque estos últimos valorarán más adelante, después de la negociación de los presupuestos, si estarían dispuestos a incorporarse. La confección que está haciendo Illa incluye a dirigentes de peso del partido, pero también el fichaje de independientes, con vocación de trascender las siglas socialistas e incluir algún guiño a sus socios. Se da por descontado que se buscará la paridad y la intención es no ampliar la cifra de ‘conselleries’, aunque hay que ver si se logra teniendo en cuenta los departamentos que el PSC se ha comprometido a mantener y los que pretende recuperar o crear.
Un viaje con ERC y Comuns
«Me gusta acabar los viajes con quien los empiezo», dijo el president en el pleno de investidura. Era la manera de trasladar a ERC y a los Comuns que su intención es garantizar la estabilidad de la mano de la mayoría que ha permitido que sea presidente y no buscar alternativas con Junts o bien con PP y Vox, por más que aritméticamente la suma sea posible. Eso así, Illa matizó que va a «tender la mano» a los posconvergentes -que liderarán la oposición y que son determinantes para la legislatura de Pedro Sánchez– y a los populares para lograr acuerdos «amplios». Su veto es a la extrema derecha tanto de Vox como de Aliança Catalana.
«Alineación estratégica» con el Gobierno de Sánchez
Con el regreso del PSC al Govern 14 años después de la caída del tripartit y de una década de presidentes independentistas, Illa defiende un nuevo ciclo de «alineación estratégica» con el Gobierno de Pedro Sánchez. Para él, que ha liderado un periodo de comunión entre los socialistas catalanes y el PSOE, se ha acabado la «confrontación» con el Estado para pasar a una «colaboración». A la vez, ha prometido priorizar siempre los intereses de Catalunya, por lo que habrá que ver cómo se conjuga eso con los recelos que despierta dentro y fuera del socialismo carpetas como la de la financiación singular. El nuevo conseller de Economia no tendrá, previsiblemente, un mandato plácido.
Cumplir a raja tabla con lo acordado
ERC y los Comuns ya han advertido de que su ‘sí’ a la investidura es «vigilante» o «cauto» y de que Illa lo tendrá más o menos fácil en función de si cumple con lo firmado con ambas partes. El compromiso del president no ha sido solo el de cumplir «íntegramente» con lo pactado, sino también incorporarlo todo directamente en su programa de gobierno. En las dos negociaciones se han establecido mecanismos de fiscalización y calendarios que condicionan el ritmo al que algunos asuntos tienen que evolucionar. Sin ir más lejos, en el primer pleno del Parlament tras el parón estival debería crearse la convención para abordar el conflicto político que presidirán los republicanos. Públicamente, Illa ha asumido como propio el legado de Pere Aragonès, pese a mantener su rechazo al referéndum.
«Respeto» ante la discrepancia
Forma parte de su talante y, también, de sus convicciones cristianas, que la política se ejerza sin exabruptos ni escalada de decibelios. Eso ha pedido explícitamente a todos los grupos del hemiciclo: que los debates, pese a las discrepancias, transcurran con «respeto» y con «educación». «Contrastar, sí. Insultar, no. Discrepar, sí. Destruir, no. Contundencia, sí, incluso vehemencia. Mala educación, de ninguna manera. El lenguaje importa y procuraremos dar ejemplo», sostuvo este jueves en el Parlament.
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