Una crítica que se hace con frecuencia a los cargos políticos -y no siempre fundada, cabe señalar- es que no se merecen el sueldo que cobran. Pero se tiende a olvidar que hay muchos casos donde la gestión institucional no es una actividad remunerada, sobre todo en los municipios con pocos habitantes. En estas localidades donde el padrón se queda en los tres dígitos, o incluso en dos, ocupar una alcaldía o una concejalía no está pagado, literalmente, y esta ocupación se suma a las obligaciones de otro trabajo. Y al cargo público le toca hacer lo que sea necesario en cada momento, con el añadido de que los ciudadanos le pueden plantear sus demandas al verle en la calle o yendo directamente a su casa.
Balones, en El Comtat, con 119 personas empadronadas según el último dato oficial, es un ejemplo muy fiel de esto. Su alcalde desde 2015, Juan Tomás Bou, no solo no cobra por el ejercicio del cargo y las responsabilidades que conlleva, sino que durante un año ha sido el encargado del mantenimiento de la localidad, incluyendo tareas que desde fuera se podrían pensar insólitas para un regidor como la recogida de residuos urbanos o la limpieza de las calles. Ha sido mediante un taller de empleo, que ha finalizado recientemente y que en su nueva anualidad ya ocupa otra persona. Un trabajo a pie de calle, nunca mejor dicho, pero que permite estar siempre pendiente del pueblo y de sus necesidades.
Bou explica que no se le han caído los anillos por recoger la basura de Balones. Todo lo contrario, «si estás en el pueblo todos los días y estás sobre las cosas, es todo más fácil. Me agobiaba más cuando trabajaba fuera», señala. «Aquí hay mucho que hacer y hay que estar encima, y si estás aquí te puedes encargar directamente y descargar de tareas a los administrativos». El Ayuntamiento cuenta con dos trabajadores, ambos compartidos con otros municipios. «Económicamente es inviable contratar a nadie más».
El regidor también se toma con mucha filosofía los pormenores de la cercanía entre un cargo público y los vecinos en un municipio como Balones. «El que se presenta a unas elecciones en un pueblo así ya sabe lo que hay«, comenta con humor. «No tiene nada que ver esto con la gestión en un municipio grande; aquí vas por la calle y te paran para comentarte lo que sea, y debes tener una disponibilidad al 100%«. Aun así, asegura que «no he tenido ningún problema en nueve años», a pesar de que hay muchos aspectos de esta labor política que no suelen ser gratificantes, como el tener que lidiar con un presupuesto muy limitado. «Dependemos para todo de las subvenciones», y asumir cualquier gasto resulta muy complicado.
Vecinos satisfechos
Otra labor en estos municipios, de esas que no figuran en la Ley de Bases de Régimen Local, es la de tener contento a todo el mundo, algo primordial en un entorno humano tan reducido. Una tarea que requiere de mucha paciencia, pero que parece que Bou y su equipo han logrado hasta ahora. Varios vecinos y residentes ocasionales de Balones con los que ha hablado este periódico coinciden en ello.
José Enrique Nadal, padre de la anterior alcaldesa, destaca que aquí el regidor «está 24 horas al día», mientras que Rafa Atez señala que «la figura del alcalde es próxima, no he escuchado nunca quejas» y María Ángeles Seguí recalca que el primer edil «es alguien asequible, mezclado con la gente del pueblo». Por su parte, Adela Segura explica que «va todo muy organizado; lo que me preocupa lo comento, y cuando hay problemas se solucionan. Antes que un alcalde o un vecino, es un amigo».