Nagasaki, en el sudoeste de Japón, ha conmemorado este viernes el 79 aniversario del ataque nuclear que arrasó la ciudad, con la notable ausencia de los embajadores de Estados Unidos y el resto de naciones del G7, en protesta por la decisión de las autoridades locales de no invitar a Israel.
La ceremonia se llevó a cabo frente a la Estatua de la Paz, situada cerca del epicentro de la explosión, donde, como cada año, se leyó también una Declaración por la Paz, que en esta ocasión trató de mandar un mensaje a Rusia y también a Israel.
«Desde el bombardeo atómico, los seres humanos nos hemos adaptado a la norma humanitaria de no volver a utilizar nunca más un arma nuclear. Sin embargo, el armamento nuclear se está acelerando, como lo demuestra el progreso en el desarrollo y despliegue de armas nucleares en previsión de su uso real en el campo de batalla», detalla el texto.
En el mismo se hace referencia también a los conflictos globales: «En medio de la incertidumbre sobre cuándo terminará la invasión rusa de Ucrania y la creciente preocupación por la expansión de los conflictos armados en Oriente Próximo, actualmente nos enfrentamos a una situación crítica«, destaca.
«Amenaza a la humanidad»
El alcalde de la ciudad, Shiro Suzuki, señaló que la existencia de armas nucleares en este contexto «es una amenaza a la humanidad» y dijo que, no importa lo difícil que sea, «no debemos optar por una expansión militar».
En este sentido, el primer ministro nipón, Fumio Kishida, se comprometió a liderar los esfuerzos internacionales para lograr la abolición nuclear y que Hisroshima y Nagasaki sean las dos únicas ciudades en sufrir esta tragedia.
Al igual que en años anteriores, también se llevó a cabo hoy una ofrenda de flores y agua en memoria de las víctimas, que se realiza en recuerdo a las personas que sufrieron quemaduras internas y externas durante la explosión y que pedían desesperadamente agua al resto de supervivientes para calmar su sed.
Además, se llevó a cabo como de costumbre un minuto de silencio a la hora exacta a la que explotó la bomba, las 11:02, en un acto en el que participaron ‘hibakusha’, supervivientes de la bomba atómica, reflejo de los estragos de la guerra y las consecuencias de la radiación.
No invitación a Israel
La ceremonia no contó en esta ocasión con la asistencia del embajador de EEUU en Tokio, Rahm Emanuel, ni de la embajadora británica en el país asiático, Julia Longbottom, ni tampoco con sus homólogos del resto de miembros del G7 (excepto el propio Japón), Canadá, Francia, Alemania e Italia, y de la Unión Europea (UE).
Este grupo de países y la UE señalaron que «les sería difícil tener participación de alto nivel» en el acto de Nagaski si Israel fuera excluido del mismo, en una carta enviada por sus embajadores en Japón al alcalde de la ciudad el pasado 19 de julio y recogida en los últimos días por los medios nipones.
Seguridad
Suzuki insistió en que la exclusión de Israel de la ceremonia en recuerdo de las víctimas del bombardeo atómico «no es política», sino que está motivada por cuestiones de seguridad.
«Sé que hay muchas opiniones al respecto, pero quiero aclarar que la exclusión no se produce por motivos políticos», dijo el alcalde en una rueda de prensa y recordó que el objetivo es llevar a cabo la ceremonia «bajo paz, solemnidad y sin contratiempos».
El embajador de Israel en Japón, Gilad Cohen, sí acudió a la ceremonia en Hiroshima (oeste) este martes y escuchó con semblante serio las palabras de su alcalde, Kazumi Matsui, en una invitación que fue criticada, ya que Hiroshima no invitó a Rusia y Bielorrusia, como viene haciendo en los últimos tres años, y tampoco a Palestina.
El 9 de agosto, la bomba ‘Fat Man’ fue arrojada sobre Nagasaki por el Ejército estadounidense y explotó a las 11:02 a unos 470 metros de altura, con una detonación equivalente a 21 kilotones de TNT, dejando más del 40 % de la ciudad destruida.
Se calcula que unas 40.000 personas murieron en el momento del bombardeo atómico contra Nagasaki y unas 70.000 en el de Hiroshima tres días antes, a los que les seguirían decenas de miles más hasta finales de ese año a consecuencia de la radiación. Hasta la actualidad se estima que unas 400.000 personas perdieron la vida en ambas ciudades por el ataque o sus secuelas.