La innovación médica que ha captado la atención global en los últimos cinco años ha sido, sin duda, la vacuna, cuyo protagonismo aumentó debido a la pandemia de COVID-19.

A finales de 2020, las primeras vacunas contra el coronavirus comenzaron a distribuirse, llevando esperanza a todo el mundo tras un año de altas tasas de infección y numerosas muertes, además de meses de confinamientos que afectaron tanto a las personas como a las economías.

Sin embargo, algunos críticos expresaron inquietudes sobre la rapidez en el desarrollo de las vacunas, señalando que los posibles efectos secundarios, inmediatos y a largo plazo, no fueron suficientemente explorados.

Investigadores de la Universidad de Tel Aviv (TAU) han respondido a algunas de estas críticas al desarrollar una tecnología que permite determinar la seguridad de las vacunas mediante sensores inteligentes que miden la reacción fisiológica de una persona a la dosis de manera objetiva.

Los ensayos clínicos actuales de vacunas, incluyendo las del COVID-19, suelen basarse en informes subjetivos de los participantes, sin ofrecer datos claros y objetivos.

«La mayoría de los métodos actuales utilizan cuestionarios en los que se pregunta a los participantes cómo se sienten antes y después de recibir el tratamiento», señaló el Dr. Yftach Gepner, del Departamento de Epidemiología y Medicina Preventiva de la Facultad de Medicina Sackler de TAU, quien dirigió el estudio junto con los doctores Dan Yamin y Erez Shmueli, de la Facultad de Ingeniería Fleischman de TAU.

Gepner destacó que, incluso durante el desarrollo de las vacunas COVID-19 por Pfizer y Moderna, se emplearon estos informes subjetivos para evaluar la seguridad. En su investigación, los científicos demostraron que los sensores inteligentes pueden ser una herramienta eficaz para evaluar la seguridad de nuevas vacunas.

El estudio se realizó con participantes israelíes que recibieron su segunda dosis de una vacuna contra el COVID-19, equipados con sensores en el pecho desarrollados por la empresa Biobeat, que monitorearon sus reacciones fisiológicas desde un día antes de la vacunación hasta tres días después.

Biobeat, cuya tecnología cuenta con la aprobación de la FDA en Estados Unidos y la certificación CE en Europa, ha integrado sus dispositivos en plataformas de atención domiciliaria como Current Health, de Best Buy Health.

Los sensores registraron 13 parámetros fisiológicos, como las frecuencias cardíaca y respiratoria, niveles de oxígeno en sangre, temperatura y presión arterial. Los participantes también proporcionaron un informe subjetivo de su estado durante el período de monitoreo.

Los resultados, publicados en la revista Communications Medicine, revelaron una discrepancia significativa entre los efectos secundarios reportados y los medidos objetivamente. Los datos mostraron cambios notables en los parámetros fisiológicos tras la vacunación, incluso en aquellos que dijeron no haber experimentado reacciones.

Además, el estudio observó que aunque los efectos secundarios se incrementaron en las primeras 48 horas después de la vacunación, los parámetros fisiológicos volvieron a los niveles anteriores a la inyección.

Ante estos hallazgos, Gepner afirmó que no es necesario depender únicamente de los informes de los pacientes ni esperar a que se presenten efectos secundarios raros, como la miocarditis. El seguimiento continuo en casa permite una evaluación sencilla, cómoda, económica y precisa de la seguridad de las vacunas.

«El mensaje de nuestro estudio es claro», concluyó Gepner. «Es momento de realizar pruebas continuas, sensibles y objetivas sobre la seguridad de las nuevas vacunas y terapias».

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